Rajoy, principios e inteligencia

Aznar olvidó que su legado fue derrotado en 2004 por los mismos que han echado a Rajoy del poder

Edurne Uriarte

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Quienes apoyaron la operación Dimisión de Rajoy han especulado estos días sobre los motivos de su rechazo a la dimisión, como si no fuera evidente a estas alturas que tal operación era incompatible con los principios de Rajoy, Rajoy, el hombre, y Rajoy, el político, que es lo mismo. Incompatible con los principios, los que ha mantenido durante sus cuatro décadas en la política activa. E incompatible con su inteligencia, la que le ha ayudado a sobrevivir tanto tiempo en una sociedad política de principios flexibles.

Una dimisión habría supuesto la aceptación y la legitimación social de la mentira sobre la que se montó la moción de censura, la mentira de que el PP ha sido condenado por corrupción, la mentira de que el PP es el partido más afectado por la corrupción en España, y la mentira de que Mariano Rajoy tiene algún tipo de responsabilidad en la condena judicial sobre la que Pedro Sánchez montó la moción de censura y Cs exigió elecciones anticipadas. La admisión oficial de esa mentira no sólo destruía el honor de Rajoy sino que manchaba la marca de todo el Partido Popular y lanzaba a los millones de votantes de la derecha el mensaje de que hay un problema ético que tiene la derecha española y no tienen la izquierda y los nacionalismos que apoyaron esa moción. Y sostenía, a su vez, la legitimidad de que es democráticamente impecable echar a un Gobierno con una moción de censura sostenida en una sentencia judicial «adornada» caprichosamente por un juez ideologizado y en un discurso sobre la corrupción basado en falsedades.

Y, a pesar de todo lo anterior, Mariano Rajoy analizó seriamente la oportunidad de esa dimisión. Por su sentido de Estado, calibró si ese mal podía evitar un mal aún mayor. Y entendió no sólo las escasas posibilidades de que el PP lograra una investidura con otro candidato, sino las nefastas consecuencias de esa alternativa para la derecha española, el PP y los ciudadanos. En el caso altamente improbable de lograr una investidura, un Gobierno acosado el resto de la legislatura y con el estigma de la mentira aceptada. Y en el caso de unas elecciones anticipadas, un PP sin reconstruir y con ese mismo estigma de la mentira aceptada. Y con el programa electoral hecho para Ciudadanos, el partido que ha contribuido decisivamente al triunfo de la operación de acoso y derribo de Rajoy.

Dicen algunos que Mariano Rajoy ha acabado siempre silenciosamente con sus enemigos, y posiblemente lo ha hecho de nuevo con su rechazo a la operación Dimisión tan deseada por Ciudadanos y que corta abruptamente su ascenso electoral. Siempre que el PP haga un buen proceso de elección de nuevo líder y no caiga en la tentación de hacer un partido a imagen y semejanza de los adversarios que le han expulsado del Gobierno: telegénico, oportunista, de principios flexibles, amante de la posverdad y abierto a cualquier pacto.

El PP no debe olvidar que ha sido expulsado del poder por la confluencia de siempre, los socialistas aliados a la extrema izquierda y a los nacionalistas, la misma que dio el vuelco electoral de 2004 con el mensaje conjunto de que el atentado del 11-M era culpa del PP por haber apoyado la guerra contra Irak. A Aznar se le olvidó que su legado fue derrotado electoralmente por los mismos que han echado ahora a Rajoy y al PP del poder. Todos contra la derecha, y con la ayuda de Cs, un partido que quiere liderar a la derecha sin ser de derechas.

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