Editorial ABC

Rajoy ofrece una legislatura de pactos

Los socialistas deberían quitarse de la cabeza la idea de que España lo aguanta todo, incluso otros seis meses sin gobierno

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El discurso de investidura de Mariano Rajoy explicó suficientemente por qué era necesario que aceptara el encargo del Rey y que compareciera ante la Cámara. Rajoy mostró un planteamiento político novedoso para una situación de grave incertidumbre. Fue un discurso atípico, con la consabida calidad parlamentaria del orador, sin ataques a otras formaciones, sin críticas personalizadas, medido a la situación. Fue una intervención conciliadora, jalonada por ofertas de pactos de Estado, porque si el objetivo de Rajoy es sumar abstenciones o votos para alcanzar su investidura, no podía ni debía utilizar un lenguaje de enfrentamiento. La situación actual es tan distinta de cualquier otra anterior que el Congreso vivió ayer una jornada, sino histórica, sí inédita, con un candidato a la Presidencia del Gobierno consciente de que si es investido será el presidente con menor margen de actuación de la democracia.

A Rajoy se le ha reprochado que pretenda ahora de Pedro Sánchez lo que él negó al socialista, su abstención. Pero entre la investidura de Sánchez y la investidura de Mariano Rajoy hay una diferencia sustancial: Rajoy ganó las elecciones y Sánchez las perdió, ambos por dos veces consecutivas. Lo normal es que el ganador de las elecciones intente formar gobierno y, si además suma votos hasta ponerse en el umbral de la mayoría absoluta, como ha sucedido con el pacto con Ciudadanos y Coalición Canaria, la oposición entra en un escenario también excepcional. A lo largo de su discurso, Rajoy ofreció pactos en materia de pensiones, educación y política exterior. Especialmente intensa fue la referencia al Pacto por la Unidad de España, iniciativa de Ciudadanos, con la que Rajoy comenzó la parte más vibrante de un discurso hasta ese momento de perfil contenido, la que dedicó a Cataluña, combinando la firmeza de la defensa constitucional con una sentida empatía por los catalanes.

El PSOE no ve en esta coyuntura una oportunidad histórica para ser la más influyente de las oposiciones de la democracia. Lo que Rajoy hizo fue ofrecer al Parlamento el co-gobierno de la Nación. Por eso recordó que desde el 20 de diciembre de 2015 viene defendiendo un acuerdo de «amplia base parlamentaria», que necesariamente ha de incluir al PSOE.

Rajoy pronunció ayer un discurso de investidura desideologizado, quizá frío para muchos, pero no exento de política. Las urnas del 26-J establecieron unas reglas de juego basadas en la capacidad de transacción y de cesiones. El PP ha demostrado con el pacto firmado con Ciudadanos –a los que mantuvo en un discreto y conveniente segundo plano– que ha sabido entender las exigencias del momento, algunas de ellas difíciles de aceptar para un partido que ha gobernado con mayoría absoluta. En un tiempo nuevo como este, los hábitos del pasado sólo conducen a la frustración y a la impotencia. Ya llegará el momento –no tarde– en el que el PP tendrá que recomponer su protagonismo en la sociedad, dañado no sólo por el desgaste del gobierno de un país en crisis, sino también por el descuido de ciertas señas propias de identidad.

Desde el 20 de diciembre Rajoy viene ofreciendo un acuerdo de «amplia base parlamentaria», que necesariamente ha de incluir al PSOE

Rajoy marcó su discurso con tres ejes que no engañan a nadie: hace falta un gobierno con urgencia, los españoles han reiterado su preferencia por el PP y no hay alternativa a la candidatura que él representa. Las tres premisas son ciertas, pero insuficientes porque a Rajoy le faltan 6 votos a favor u 11 abstenciones. Estas son las cuentas que trasladan al PSOE la disyuntiva de propiciar hoy con su abstención la legislatura o provocar la convocatoria de unas terceras elecciones en un año. Los socialistas deberían quitarse de la cabeza la idea de que España lo aguanta todo, incluso otros seis meses sin gobierno. Hay compromisos financieros y presupuestarios que viven de las rentas de aquellos Presupuestos Generales del Estado para 2016 que el Gobierno aprobó con evidente prudencia y acierto. Pero todo impulso pierde fuerza y Rajoy lleva varios días advirtiendo de que ya hay signos de incertidumbre en la economía. La costumbre del PSOE es heredar las economías saneadas por el PP para dedicarse a sus políticas de déficit y populismo presupuestario. Esta vez no sería así. La recuperación económica sólo avanza si hay empuje, porque la inercia se está acabando.

Todos los grupos de la oposición han anunciado que hoy votarán «no» a Rajoy. Es un guión que ya estaba escrito. Es el PSOE, no Rajoy, el que tendrá una nueva oportunidad en la segunda votación para actuar con responsabilidad. Sánchez sólo tiene como activo político las abstenciones necesarias para que haya un nuevo gobierno presidido por Rajoy. Para un socialista no es el mejor escenario, pero es el único beneficioso para el país. Cualquier otro, incluido un gobierno de coalición con Podemos y separatistas, es una condena para España.

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