Luis Ventoso

¿Quillo o pisha?

La Academia Andaluza de la Lengua puede ser una gran iniciativa

Luis Ventoso
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Un tesorero en Sevilla del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT), el de Gordillo y Cañamero, demanda una Academia Andaluza de la Lengua, según contó ABC. Como somos un país poco serio, la iniciativa de dotar al andaluz con su preceptiva academia ha sido recibida con chufla casi universal. Un rechazo injusto y frívolo. La Academia del Andaluz es necesaria, y no solo desde un punto de vista sapiencial, sino que además puede convertirse en un polo de empleo, a poco que se apliquen las recetas de desarrollo económico que desde la noche de los tiempos viene empleando con éxito el socialismo andaluz.

El promotor de la Academia quiere que ocupe un antiguo convento sevillano, el de San Hermenegildo.

Es una demanda razonable, no vamos a embutir a la Academia en un segundo sin ascensor del barrio de la Judería, o en un galpón angosto de un polígono. La Academia, si queremos hacer las cosas bien y con mínimo lustre, necesitará de entrada un auditorio, donde conferenciar en «andaluz académico». También una biblioteca, con obras selectas en andaluz (ya se ha traducido El Principito). Por supuesto harán falta una secretaría, archivo digital, salas con cabinas donde los alumnos puedan escuchar la correcta fonética y un cuarto de las escobas. Como estamos en Sevilla, y dado que la Academia debe honrar la tradición, sería idóneo dotar las instalaciones con un ambigú, donde apurar una Cruzcampo fresquilla y una tapa, que no todo va a ser gramática y semiótica. El convento hace falta, desde luego. De hecho, igual se nos queda chico.

Para limpiar las instalaciones se necesitará una tropa. Y no vamos a recurrir a una contrata capitalista. Lo progresista es contar con un grupo de funcionarios adscritos al «Cuerpo de Limpieza de la Academia Andaluza de la Lengua». Ahí, mínimo, cuatro empleos, que el convento es tocho. La biblioteca requerirá cinco bibliotecarios, porque entre vacaciones, Feria y Semana Santa no se da abasto. En secretaría, al menos otros seis funcionarios, que hay mucho que organizar. Como mínimo, habrá que traer a Chomsky para la inauguración, que además de lingüista es comunista. Pero donde hay que echar el resto es en investigación: por lo bajo, quince funcionarios. Está todo por hacer y se abre un campo de estudios fascinante: «Análisis socio-semántico de los términos quillo y pisha», «Bisho como sustantivo polisémico», «Génesis filológica de ozú y ole», «Variedades dialectales de la denominación de la flora en la Sierra de Cazorla»…

Toda Academia que se precie debe mantener relación con otras, organizar intercambios culturales por medio planeta. ¿Vamos a delegar la organización de esas embajadas del saber en manos de terceros? Ni de coña. La Academia precisa de su propia agencia de viajes: al menos seis funcionarios de plaza fisgando en el Tripadvisor. Por último, quedan los académicos. Con menos de 40 no apañamos, porque hay una jartá de curro. Y no van a trabajar por el jerolo: dietas para todos; y el presidente y los ocho vicepresidentes, uno por provincia, en nómina y con pluses. Ya me salen más de cien empleos. ¡Y ni hemos empezado con los cursos de formación!

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