La quiebra de un modelo turístico

La suspensión de pagos del operador británico Thomas Cook deja en el sector turístico español un agujero que Exceltur cifró ayer en más de doscientos millones de euros, cuenta pendiente de la última temporada de verano. Además de esta deuda, especialmente grave para las empresas que trabajaban en exclusiva con la agencia británica, sin la oportuna diversificación, la quiebra dejó ayer en tierra a cientos de miles de turistas británicos, muchos de ellos abandonados a su suerte en los aeropuertos españoles desde los que operaba. En el desplome de Thomas Cook confluyen factores coyunturales, como la progresiva caída del valor de la libra o el aumento del precio del crudo, e incluso climáticos, derivados de una ola de calor que el pasado verano redujo la demanda vacacional de los turistas británicos. Sin embargo, ha sido la incapacidad crónica del turoperador para adaptarse a un mercado en constante mudanza y competir con las plataformas digitales la que ha decidido su futuro. Fundada a mediados del siglo XIX, la agencia británica inventó el turismo moderno, pero no supo adaptarse a la revolución tecnológica de los últimos años, que trató de ignorar para centrarse en su modelo tradicional de negocio.

Bien conocida por sus acreedores y por las compañías con las que trabajaba, que hasta el último momento intentaron encontrar una salida para la agencia, la agonía de Thomas Cook fue, sin embargo, tolerada por quienes desde la Administración británica trataron de paliar con parches que no hicieron efecto y de espaldas a sus cientos de miles de clientes, víctimas, junto a los 20.000 empleados de la compañía, de una suspensión de pagos que todos taparon y de cuyos riesgos nadie alertó a quienes se iban de vacaciones. Ayer fueron los últimos en enterarse.