Editorial ABC

PSOE, un partido soberanista

Pedro Sánchez tiene 120 escaños, no un cheque en blanco para dinamitar los consensos constitucionales a base de cesiones sumisas al secesionismo

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Pedro Sánchez culminó ayer una etapa más de la pantomima negociadora para su investidura, y cumplió con el innecesario trámite que él mismo forzó citando a Pablo Casado y a Inés Arrimadas como coartada para presentarse como un incomprendido al que solo le queda claudicar ante ERC para poder gobernar. Sánchez debería dejar de mentir a los españoles: su deseo es gobernar de la mano del independentismo catalán y la extrema izquierda, y no con el bloque de partidos constitucionalistas. Es así de simple, y a lo sumo solo aceptaría los votos gratis del PP y de Ciudadanos para que lo dejaran gobernar en minoría, o al frente de una coalición socialcomunista. Pero exigir eso a Casado y Arrimadas, mientras además les culpa del bloqueo político, es inadmisible. La ronda de entrevistas que Sánchez se ha sacado de la manga es una mera teatralización porque tiene de antemano decidida una coalición con Podemos sostenida por ERC. No es cierto que no tenga otra alternativa, sino que nunca ha querido otra cosa.

Citar a los presidentes regionales es una simple argucia para privilegiar a Torra y ganar tiempo mientras este PSOE de las «ocho naciones» blanquea a los dirigentes delincuentes de ERC. En las últimas fechas, Sánchez ha aceptado una «mesa de negociación bilateral» con Torra, se ha avenido a través del PSC a tratar de «arreglar» el régimen carcelario de los líderes condenados, aplaza la impugnación ante el TC de resoluciones separatistas, y se ha terminado de creer que España es «plurinacional». Eso, además de pervertir el lenguaje para no ofender a ERC y hablar de «seguridad jurídica» en vez de hacerlo de Constitución. Resulta llamativo que el PSOE se muestre tan ferviente defensor de una España con múltiples naciones y que, sin embargo, no reconozca como nación a la única que prescribe la Constitución. No se puede ser constitucionalista y no constitucionalista a la vez, por más que Sánchez se empeñe. Es hacerse trampas al solitario y tomar el pelo a la ciudadanía, ocultando las cesiones que está dispuesto a aceptar. Ya dijo Oriol Junqueras desde prisión que no pretende resolver la investidura, sino hallar una «solución para Cataluña» sin renunciar a la autodeterminación. Y Sánchez parece receptivo, despreciando la mano tendida que le ofrecen el PP y Ciudadanos con acuerdos de Estado.

La cuestión de fondo es que el PSOE ha virado. Se ha convertido en un partido soberanista, ha sido absorbido por el PSC y es partidario de un nuevo estatus territorial para Cataluña que negocia a oscuras, al margen de la fiscalización que pudiera hacer la ciudadanía. Pero Sánchez tiene 120 escaños, no un cheque en blanco para dinamitar los consensos constitucionales a base de cesiones sumisas al secesionismo.

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