Editorial ABC

Podemos quiere sacar tajada

Tras el 26-M, y si el poder autonómico y municipal del PSOE depende de los votos de Iglesias, quizá a los socialistas les resulte más difícil resistirse a la presión de Podemos

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Los resultados del 26-M ayudarán a despejar la incógnita sobre si Unidas Podemos entrará o no en los equipos ministeriales que forme el Gobierno de Pedro Sánchez. Todos han aprendido de los nueve meses de experiencia en minoría tras la moción de censura contra Mariano Rajoy, aunque estén sacando conclusiones dispares. Pedro Sánchez cree que podrá avanzar en la legislatura saltando de piedra a piedra, pero la realidad es que será el presidente de Gobierno con la victoria electoral más corta. No es lo mismo gobernar con la incertidumbre de si el mandato durará meses o un par de años, que afrontar una legislatura de nueva planta con cuatro años por delante.

El partido de Pablo Iglesias también es consciente de que las reglas han cambiado y si contra Rajoy bastaba con votar a Sánchez, ahora se trata de votar a favor de Sánchez sin coartadas intermedias y esto tiene un precio. La composición de la Mesa del Congreso ha sido un indicio de que se abre una legislatura netamente de izquierdas, con dos presidentes en ambas Cámaras que lanzan mensajes sobre la cuestión territorial que sólo pueden ser bien recibidos en una izquierda que defienda el derecho de autodeterminación. Si, además, el PSOE quiere subir impuestos para cuadrar unas cuentas públicas cada días más descuadradas y tanto el PP como Ciudadanos no van a abstenerse en la investidura de Sánchez, la lógica del poder se impone en los análisis de Iglesias, después de unos años de calentar en el banquillo.

Para el PSOE, contar con Unidas Podemos en el Gobierno, aunque sea en el nivel de secretarios de Estado, es una incomodidad, porque limita la viscosidad de su acción política. Pero puede que al final, dependiendo de cómo quede Ciudadanos en la cita electoral del próximo domingo, no le quede más remedio, incluso puede cederle algunos ministerios «sociales», lejos de aquella pretensión de Iglesias de la Vicepresidencia y cinco departamentos de primera línea. Pero como los socialistas han jugado en campaña la baza de la centralidad, firmar un gobierno de coalición con los populistas quitaría rápidamente el velo de moderación al verdadero rostro de Sánchez. Es un juego de ambiciones y necesidades recíprocas al que se resiste el PSOE, convencido de que puede pactar con liberales, con comunistas y con independentistas sin inmutarse. Sin embargo, cuando lleguen los resultados del 26-M y el poder autonómico y municipal del PSOE dependa de los votos de Iglesias, quizá a los socialistas les resulte más difícil resistirse a la presión de Podemos. Es la dinámica que el propio Sánchez puso en movimiento con la moción de censura contra Rajoy.

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