Podemos, partido en dos

El golpe de Errejón es la consecuencia de la ausencia de democracia interna en Podemos, una maquinaria de ambiciones en pugna permanente

ABC

No es casual que Íñigo Errejón aprovechase ayer el quinto aniversario de la fundación de Podemos para dinamitar desde dentro a esa formación política. Simbolismos aparte, es una escisión en toda regla. Errejón, que fue número dos de Podemos y hasta ahora iba a ser el candidato de este partido a presidir la Comunidad de Madrid, produjo ayer una virulenta convulsión interna al anunciar que se integrará en la nueva formación que ha creado Manuela Carmena, de modo que los dos teóricos cabezas de cartel de Pablo Iglesias lo abandonan y se funden en una candidatura alternativa que dañará a Podemos en Madrid. La coartada de Errejón es que Iglesias e IU querían imponerle la lista electoral. Sin embargo, es una explicación burda e incompleta. Errejón, que llegó a mantener una relación de íntima amistad, cuasi-fraternal, con Iglesias en los inicios de Podemos, rompió con él hace ya casi dos años. La segunda asamblea podemita celebrada en Vistalegre fue indiciaria de una fractura interna que nunca tuvo arreglo. Del grupo de fundadores de Podemos, todos han terminado alejándose de Iglesias, víctimas de purgas intestinas de corte soviético. En Podemos no hay indicio alguno de democracia interna. El partido funciona como una potente maquinaria de ambiciones en pugna permanente. Nunca fue un partido revolucionario o innovador creado para cambiar la política en España. Esa era solo una tapadera populista y antisistema que aprovechó la indignación ciudadana contra la corrupción institucional para canalizarla hacia una propuesta política de odio ideológico y sectarismo social. Con su huida, Errejón ha planteado un órdago de primera magnitud a Iglesias, que para mantener la debilitada marca de su partido en Madrid tendrá que presentar, como anunció anoche, una lista alternativa, oficializar la ruptura y enfrentarse directamente a quien fue socio fundador de su empresa política. Renunciar a lanzar una candidatura de Podemos hubiera representado, además de una humillación personal, desistir de la idea de un partido de implantación nacional y que, a la postre, va camino de ser disuelto por confluencias, mareas y purgas.

Además de plantear su órdago, la consecuencia real del desmarque de Errejón es el debilitamiento del liderazgo cesarista que Iglesias y su pareja y portavoz parlamentaria han impuesto en Podemos. El cisma parece irreversible. En Andalucía, los anticapitalistas son mayoría y ya se plantaron ante la dirección de Podemos. E Iglesias tuvo que supeditarse a sus tesis. También las «mareas» gallegas han planteado otro conflicto por su rechazo a los presupuestos de Sánchez que con tanta incoherencia defiende Iglesias. Y en Cataluña, los dirigentes «pablistas» han ido sucumbiendo y dimitiendo. Ahora, la metástasis se ha extendido a Madrid y Errejón ha consumado su venganza tras haber sido humillado por Iglesias. Podemos está hecho añicos.

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