Editorial

Plan contra la obstrucción del PSOE

Ante el panorama de enfrentamiento que ofrece la izquierda, incluidas sus permanentes tentaciones pactistas con el independentismo, el acuerdo entre Rajoy y Rivera adquiere un valor añadido, trascendente de la investidura

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Con 170 votos, los propios del PP, más los 32 de Ciudadanos y el probable de Coalición Canaria, Mariano Rajoy no tiene garantizada la investidura, pero sí tiene asegurado el reconocimiento público de que ha hecho lo que estaba en su mano para dar a España un gobierno estable. A Rajoy se le pedía que diera pasos para alcanzar un acuerdo con Rivera; y del líder de este partido se esperaba que aparcara sus vetos a Rajoy, desautorizados en las urnas el 26-J. Ambos han hecho lo que les reclamada el sentido común y el patriotismo necesario en un momento de incertidumbre para España. Todo el esfuerzo colectivo de estos años para superar la crisis podría acabar en papel mojado si no hay gobierno.

Desde estas páginas editoriales se ha urgido a Rajoy a tomar las riendas para lograr lo que se consiguió ayer. Políticamente, el acuerdo con Rivera significa un punto de inflexión en el curso de los acontecimientos. Mirando a medio y largo plazo, es conveniente que se construya un eje de colaboración estable en el ámbito del centro-derecha, porque enfrente hay unas izquierdas que sólo se ponen de acuerdo en su aversión al PP, heredera de aquel «Pacto del Tinell» que inoculó en la izquierda el propósito incivil de deslegitimar a la derecha. Rajoy salió de su reunión con Albert Rivera cumpliendo las dos condiciones que estableció el presidente de Ciudadanos: fijar fecha para la sesión de su investidura, que será el próximo 30 de este mes, y aceptar el pacto contra la corrupción articulado en seis medidas.

Tras el acuerdo de ayer ahora resta concretar un pacto de investidura en sentido estricto, del que el PP tiene como precedente el que Ciudadanos firmó con la presidenta madrileña, Cristina Cifuentes. Precedente que debe servir a los populares para medir bien sus decisiones en las negociaciones con el partido naranja, y a este para gestionar mejor su capacidad de influencia sobre el PP.

En todo caso, queda pendiente el problema nacional que representa el PSOE bajo el liderazgo de un político destructivo como Sánchez, cuyo mérito es haber roto el suelo electoral de su partido y sumirlo en una desorientación histórica. La sombra del fracaso de las negociaciones PP-Ciudadanos animaron las especulaciones de una alternativa entre PSOE y Podemos que los socialistas desmintieron. Pero tal desmentido solo confirma que el PSOE se conforma con actuar como un elemento obstructivo, incapaz de habilitar una salida institucional.

Está claro que Sánchez no puede ser presidente del Gobierno y no quiere ser líder de la oposición. Por tanto, es el momento de que la organización de su partido se replantee el liderazgo estéril de Sánchez, cuyo empecinamiento en votar "no" a Rajoy condenará a España a unas nuevas elecciones –en plenas fiestas de Navidad, para más inoportunidad– y con los riesgos que conllevará no remitir a tiempo a la UE las directrices de los Presupuestos para 2017. Sin duda, parte del electorado podría castigar a quien considere responsable de llegar a una tercera votación, sin los deberes de las cuentas hechos, y encima en fecha tan señalada. Ante el panorama de enfrentamiento que ofrece la izquierda, incluidas sus permanentes tentaciones pactistas con el independentismo, el acuerdo entre Rajoy y Rivera adquiere un valor añadido, trascendente de la investidura.

Lo que está en juego es el Gobierno de la Nación y la lealtad entre socios, aunque no sean de gobierno, sino de investidura –y mejor aún si son de legislatura– es esencial para dar estabilidad institucional a cualquier acción política. No entrar en el Gobierno de Mariano Rajoy, si es que acaba siendo investido presidente, no legitimaría a Ciudadanos para mantenerlo en un estado continuo de precariedad parlamentaria. Llega el tiempo de los compromisos de madurez política, después de los dulces inicios de la trayectoria de Ciudadanos. Todas las miradas están puestas en el PSOE . En otras condiciones económicas y políticas –Cataluña sigue secuestrada por el proceso separatista–, los socialistas podrían fabricarse argumentos y teorías para apalancarse en su "no" a Rajoy, pero no es hora de prioridades ideológicas, sino patrióticas. Con 85 escaños, Sánchez puede hacer mucho daño o mucho bien a España, pero lo que no va a conseguir es cambiar la historia de su fracasada gestión como secretario general del PSOE.

Rajoy salió de su reunión con Rivera cumpliendo las dos condiciones que estableció el presidente de Ciudadanos: fijar fecha para la sesión de su investidura y aceptar el pacto contra la corrupción

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