El peor sectarismo se retracta contra Fraga

La izquierda gallega sigue su campaña de ajustes de cuentas con Manuel Fraga, ahora que está muerto, porque no pudieron hacerlo en vida. Los ayuntamientos de Ferrol y de La Coruña han retirado la distinción de «hijo predilecto» que le fue concedida al político conservador, pieza esencial en la Transición democrática, padre de la Constitución e impulsor de la modernización de Galicia como presidente de su Xunta con sucesivas mayorías absolutas. El pasado político de Fraga durante la etapa franquista ha sido la excusa de esta cobarde represalia contra un hombre que supo encarnar la capacidad de España para pasar sin rencor de una dictadura a una democracia. Los que ahora muestran su piel sensible por el pasado «franquista» de Fraga son los que contemporizan con dictadores de izquierda o los que ignoran los pasados criminales y guerracivilistas de otros políticos que también hicieron su renovación personal. Algunos de ellos se sentarían hoy en el banquillo de la Corte Penal Internacional. En vez de esto, tienen calles y monumentos. El precio de la reconciliación.

El ejemplo barato de que un ministro de Hitler o de Mussolini -nunca citan a Stalin- no tendría ningún reconocimiento hace aún más profundo el desprecio de esta izquierda por lo que significó la Transición y el pacto constituyente. Si de estos conspicuos jueces prevaricadores de la memoria histórica hubiera dependido, España no sería hoy una democracia ejemplar. Y si lo es, se debe a personas como Fraga, que supo dirigir una derecha vinculada al franquismo hacia las posiciones del mejor conservadurismo liberal en el que se integraron todas las opciones ideológicas situadas a la derecha del PSOE. No es el Fraga «franquista» al que han querido borrar de la memoria, sino al Fraga que lideró una derecha democrática convertida en referencia para el resto de Europa y al Fraga que batió a la izquierda gallega en las urnas.