Rosa Belmonte

El parte de violadas

No hay un aumento de agresiones sexuales, pero se denuncia más, se persigue más y se cuenta todo

Rosa Belmonte
Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Lo bueno de que se hable de violaciones es que no se habla del pesado de Hemingway. Estos días en Pamplona, ya espero que después del parte de heridos por asta de toro den el parte diario de mujeres violadas. Pero no hay nada nuevo. Desde la Concejalía de Seguridad del Ayuntamiento apuntan que ahora se denuncia y se persigue lo que antes no. También es una ciudad sensibilizada y movilizada desde hace años contra ese tipo de agresiones. Pero lo más importante es el clima actual de contarlo todo. Es noticia hasta lo más chusco, como ese toqueteo a una policía municipal de uniforme. Premio para el caballero. La voracidad informativa a veces sirve para algo. Pero tiene picos.

Como la fiebre y el sombrero de Falla. ¿O es que ahora mismo no estarán violando y destripando mujeres en la India? Cuando en 2013 una joven india fue violada y apaleada por seis hombres en un autobús (luego moriría), cada pocos días nos contaban otra atrocidad en el país. Hasta que la cosa remitió. La información, no las violaciones de siempre.

En «La maldición de Eva», Margaret Atwood investiga entre alumnos de una universidad y concluye que los hombres tienen miedo de que las mujeres se rían de ellos. Y que si las mujeres se sienten amenazadas por los hombres es porque tienen miedo de que las maten. Suelen ser más altos, corren más y estrangulan mejor. La idea la copió la policía Stella Gibson (Gillian Anderson) en «The Fall». Lo sorprendente es que muchas mujeres jóvenes hayan olvidado esa amenaza. Que haya desaparecido el miedo al comunismo es más razonable. Hasta el instinto de supervivencia se ha atrofiado. Se ha bajado la guardia. Que sí, que las mujeres tienen derecho a ir solas por la calle, a caminar a altas horas, a beber, a mezclarse con borrachos o sobrios y a decir hasta aquí hemos llegado. Pero los derechos teóricos sirven de poco a las violadas. Aunque den con idiotas. Cuando se produjeron los asesinatos de «Charlie Hebdo», en uno de los cursis altares improvisados había una caricatura y un letrero donde se leía: «Qué duro que te maten los gilipollas». La primera agresión sexual que conocimos este año en Pamplona la cometieron unos muchachos que grabaron con el móvil su fechoría. Bonita película que el juez vio en una première. Qué duro que te violen los gilipollas.

Se ha bajado la guardia por las dos partes. Por las víctimas y por los agresores. El otro día venía en «The Guardian» una noticia sobre la nueva promoción de espías rusos. La promoción de Federalnaya Sluzhba Bezopasnoti (el FSB es el nuevo KGB). Los muy merluzos lo celebraron en una flota de Mercedes por Moscú, fueron parados por la Policía y publicaron fotos y vídeos de todo. Hola, somos espías del FSB. Claro que no estoy comparándolo con una violación. Pero, delito al margen, igual de marmolillos son estos espías rusos que los presuntos violadores que se graban violando.

En «Viajes sentimentales», Joan Didion escribe sobre la corredora asaltada en Central Park en 1989. Dice que los crímenes sólo son noticia en la medida en que ofrecen, aunque sea de forma errónea, una historia, una lección, una idea trascendental (ahí se trataba de la diferencia entre la víctima y los señalados como asaltantes). Las familias de los presuntos violadores en grupo pidieron que se respetara su presunción de inocencia porque se están haciendo acusaciones graves y publicando datos falsos. Habrá todas las noticias erróneas que se quiera, pero violar se viola. Como siempre. Por suerte sigue pareciendo más peligroso ir delante de los toros que de los hombres.

Ver los comentarios