Editorial ABC

Negar la realidad es la peor campaña

Las previsiones de Bruselas vienen a desmontar el cuadro macroeconómico que como un castillo en el aire levantó el Ejecutivo socialista para alojar su programa electoral

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España sufrió como muy pocos países de la Unión Europea las consecuencias de una crisis económica que se vio agravada por la negativa del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero a reconocer su verdadera dimensión y a aplicar los ajustes necesarios para contenerla. El interés político primó sobre el interés general en una desastrosa secuencia de errores -y omisiones, aún más graves- que puso a España a borde del rescate, dejó sin empleo a millones de trabajadores y desequilibró las cuentas públicas hasta amenazar el sostenimiento de nuestro Estado de bienestar. Una década después, el Ejecutivo en funciones de Pedro Sánchez se empeña en repetir la jugada al tratar de restar importancia, si no en tergiversar y ocultar, las señales que desde hace meses anuncian un cambio de ciclo económico, un enfriamiento que, al margen de los organismos internacionales y los gabinetes de análisis, muchos españoles han comenzado ya a sufrir en sus carnes. Ayer fue la Unión Europa la que, de forma drástica, empeoró su pronóstico de crecimiento de la economía española, hasta dejarlo en un 1,9 por ciento del PIB para el actual ejercicio y un 1,5 por ciento para 2020, con el consiguiente descontrol del déficit. No estamos, como hace solo unos días aseguró la ministra de Economía, en «una fase expansiva» de nuestra economía. Al contrario, la destrucción de empleo y el frenazo del consumo privado reflejan el calado de la desaceleración que trata de negar el equipo de Pedro Sánchez. La realidad es un estorbo electoral para los partidos que practican el populismo, pero el coste de ignorarla o negarla aumenta cada día que pasa, y no será el Gobierno en funciones el que tenga que pagar su factura, sino los ciudadanos.

Las previsiones publicadas ayer por la Comisión Europea vienen a desmontar el cuadro macroeconómico que, como un castillo en el aire, levantó el Ejecutivo socialista para alojar un programa electoral basado en el gasto social y ajeno a las reformas, siempre incómodas, que España necesita para fortalecerse. La situación de nuestra economía es sensiblemente mejor que la del resto de los países de nuestro entorno, pero, con un crecimiento ya inferior al 2 por ciento necesario para generar nuevos empleos y aumentar la recaudación del Estado, nuestro país es ya incapaz de asumir el despilfarro que promete en sus mítines Pedro Sánchez. Centrada casi en exclusiva en la crisis catalana, la campaña que hoy concluye no puede representar una nueva ocasión perdida para que la sociedad española reflexione sobre el horizonte económico que bajo una falsa «fase expansiva» trata de encubrir el Gobierno. Sería esa la gran victoria electoral de Sánchez y la derrota de la memoria de los millones de españoles que no hace tanto, cuando los brotes verdes no dejaban ver el bosque de la crisis, sufrieron el resultado de tanta negación.

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