El Museo del Prado, historia de un éxito

Su Majestad el Rey inauguró ayer la muestra con la que el Museo del Prado comienza la celebración de su bicentenario, una magna exposición que documenta y explica la proyección universal de una pinacoteca que en los últimos dos siglos ha sido fuente de inspiración para los grandes maestros de la pintura y, más aún, motivo de orgullo para una nación que ha sabido hacer de su cultura su más reconocible seña exterior de identidad. Las colecciones reales fueron la base de una institución -nacida como Museo Real de Pintura y Escultura- que la Corona abrió a la naciente sociedad civil de comienzos del siglo XIX, un pueblo que la hizo suya hasta convertirla en el Museo Nacional que, como ningún otro organismo, mejor representa hoy el compromiso de todos los españoles con la conservación y enriquecimiento de su patrimonio.

Don Felipe se sumó ayer a una celebración en la que se funden -señaló- la exaltación artística y cultural, el fomento de la creación y un sereno orgullo nacional. No es para menos. El Museo del Prado no solo reúne en sus salas, de nuevo envueltas en un proceso de ampliación que servirá para acentuar y modernizar su marca, la obra de algunos de los mayores genios de la pintura, sino que define el éxito de una iniciativa en la que toda España, pese a su convulsa historia, ha estado involucrada.

Como dice el Rey, el Prado es «un territorio real e imaginario, español y universal, en el que se funden satisfactoriamente lo mejor del hoy y del ayer». Doscientos años después de su creación, la pinacoteca madrileña ilustra con lienzos y mármoles la historia de un éxito nacional y refleja, como un espejo, los valores del entendimiento y la permanencia de las grandes políticas de Estado para llevar a cabo, dentro y fuera del mundo de la cultura, las más altas empresas.