Montserrat Caballé y España

En la dimensión más institucional, y pesar que la Generalitat de Jordi Pujol quiso apropiarse de su éxito mundial y usarla como propaganda de la causa nacionalista, Caballé nunca renunció a su identidad española ni a su amor por España

Salvador Sostres

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Además de por su altura artística, Montserrat Caballé destacó a lo largo de su vida por su compromiso personal. Fue extraordinariamente generosa y estuvo siempre cerca de los que la necesitaron. En la dimensión más institucional, y pesar que la Generalitat de Jordi Pujol quiso apropiarse de su éxito mundial y usarla como propaganda de la causa nacionalista, Caballé nunca renunció a su identidad española ni a su amor por España. Desde el principio fue muy consciente del oneroso precio que por ello tendría que pagar, y decidió pagarlo.

En un viaje a China la primavera de 1989, Pujol quiso ofrecer a las autoridades que le recibieron algo representativo de Cataluña y la Generalitat organizó un concierto de Montserrat Caballé. Al final de la actuación -que entusiasmó- Pujol subió al escenario a saludar con la diva y al día siguiente Caballé, que se sintió burdamente utilizada no sólo a mayor gloria del president, sino en contra de la idea de España, se disculpó ante los españoles por haber formado parte -aunque involuntariamente- de aquella orquestación.

Y de este modo Caballé, que ha sido una de las mejores embajadoras que Cataluña ha tenido en el mundo entero, pasó a ser despreciada y repudiada primero por el nacionalismo y luego por el independentismo, que la consideró una traidora. Josep Pla, Josep Maria Flotats, Albert Boadella y más recientemente Lluís Pasqual son algunos de los artistas e intelectuales de enorme talento y prestigio que han corrido la misma suerte de Montserrat Caballé, porque el independentismo, que tanto reclama un Estado, no ha sido capaz todavía de entender que un Estado, por encima de cualquier otra consideración, es un patrimonio, un sistema patrimonial, y no un aquelarre de aquellos con los que estamos de acuerdo.

Caballé llevó a Barcelona, a Cataluña y a España en su corazón allí donde fue a cantar. Además de su autoexigencia artística, tuvo la valentía de decir lo que pensaba sabiendo que podía ir en detrimento de su carrera, como así sucedió. Del otro bando, también Caballé tuvo que soportar considerables insultos y desprecios cuando fijó su residencia fiscal a Andorra. La acusaron de insolidaria y de antipatriota. Hacienda la acusó de fraude, fue condenada y pagó. Pero al margen de las discrepancias de criterio con el fisco y de las determinadas estrategias que más o menos todos intentamos para no pagar tantos impuestos, la aportación de Montserrat Caballé a la economía, a la cultura y al prestigio de España fue algo tan indiscutible y memorable que ponerlo en duda no fue, como en el caso de los independentistas, ni siquiera un insulto, sino simplemente no entender qué es y a qué debe su grandeza e incluso su supervivencia un Estado.

Montserrat Caballé vivió toda su vida entregada a los demás: a la música, a su familia, a su público del mundo entero, y a su país al que honró con su prodigiosa trayectoria, con su generosidad y con la luz eterna de los genios que cuando estiran sus dedos al cielo llegan a acariciar la cara de Dios.

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