Editorial ABC

La moción retrata otra vez a Sánchez

El PSOE divaga y confunde, evita comprometerse con el constitucionalismo y se niega a escenificar una unidad que, aunque no descabalgue a Torra, es esencial para España

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La moción de censura planteada por Ciudadanos contra el presidente de la Generalitat de Cataluña, Joaquim Torra, no tenía ninguna posibilidad de prosperar, pero era una deuda ética y emocional del constitucionalismo con sus electores. Si cabe algún reproche al partido de Albert Rivera es que esta maniobra política, aun siendo ineficaz a los efectos previstos por este tipo de mociones, se haya producido tarde y al hilo de la progresiva caída de las expectativas electorales de Ciudadanos. Al inicio de la legislatura catalana, ABC ya defendió que Inés Arrimadas debió plantear su investidura como líder del partido más votado en Cataluña, porque, aunque resultase fallida -la mayoría del separatismo en el Parlament es incuestionable-, era el momento de apuntalar el discurso de la libertad y de la ley donde solo se practican la imposición y el sectarismo. Más aún en una Cámara donde hace muy pocos días Quim Torra defendió y jaleó a los miembros de los CDR acusados de terrorismo, donde se ha planteado la aprobación de normas abiertamente inconstitucionales y donde se maltrata a la oposición constitucionalista sistemáticamente. Por eso, esta tardía moción tenía aún sentido. Y por eso, aunque se trate de un ejercicio táctico de Ciudadanos, encuadrado en la precampaña de las elecciones del 10 de noviembre, este partido no ha dejado de decir verdades como puños. Por ejemplo, que Torra es un «peligro público» y que «cuando el proceso entra por la puerta, las empresas salen por la ventana».

Esta moción no ha sido una «trampa», como interesadamente ha sostenido el PSC para abstenerse. Una trampa al constitucionalismo es ponerse siempre de perfil en virtud de cálculos oportunistas y carentes de principios. El socialismo catalán parece no recordar que la ambivalencia y la ambigüedad frente quienes desafían al Estado con rupturas unilaterales le llevó a sufrir el varapalo más severo de su historia en las urnas. Y cuadra muy poco con un partido que concurre a los comicios de noviembre con la palabra España en su eslogan y envuelto en la bandera nacional, como hizo ayer Pedro Sánchez al presentar su programa. La verdad es que el PSOE solo dedica a Cataluña un diminuto espacio al final de sus propuestas, y lo hace para reafirmarse en su defensa del Estado de las autonomías, que es exactamente la misma tesis que de modo sincero defienden Ciudadanos o el PP. Por ese motivo, ni Sánchez ni el PSC son creíbles, y menos aún después de haber elucubrado en los últimos días con aplicar el 155 o la ley de Seguridad Nacional. El PSOE divaga y confunde, evita comprometerse con el constitucionalismo y se niega a escenificar una unidad que, aunque no descabalgue a Torra, es esencial para España.

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