Mentira y patinazo con el Vaticano

El paso efímero de la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, por el Vaticano ha desembocado en un episodio que oscila entre la ingenuidad y el ridículo. La relación del PSOE con la Iglesia deja siempre a los socialistas ante el espejo de su impotencia para abordar con normalidad su pretendido proyecto aconfesional. Cada vez que accede al poder, el PSOE arremete contra la Iglesia con sus tópicos habituales: cambiar los acuerdos con la Santa Sede, arrinconar la asignatura de Religión en la escuela pública, cobrar el IBI por sus inmuebles y, últimamente, anular las inscripciones de templos y otros edificios en el Registro de la Propiedad. Los casos de abusos sexuales por sacerdotes añaden un contexto más tenso a esa actitud. Algo sucede, sin embargo, con el paso del tiempo en el poder que ni con las mayorías absolutas de Felipe González el PSOE llevó a cabo su programa laicista de máximos. Tampoco Zapatero, quien no sólo no se metió en el avispero de la exhumación de Franco, sino que tiene entre sus cimas diplomáticas la buena relación de su vicepresidenta Fernández de la Vega con el Vaticano.

A Calvo, al igual que a gran parte del Ejecutivo en otras áreas, le falta oficio para tratar con un experimentado secretario de Estado de la Santa Sede. Salir de la plaza de San Pedro diciendo, como hizo Calvo, que el Vaticano se ofrecía a buscar una sepultura a Franco alternativa a la catedral de la Almudena era, el mismo lunes, un relato inverosímil de la reunión entre la vicepresidenta y el cardenal Parolin. De forma poco usual, la Santa Sede desmintió ayer a Calvo, cuya contumacia en su versión demuestra la preocupación del Gobierno por su torpe gestión de la exhumación del general. Pretenden que sea el Vaticano el que resuelva el lío político en el que se ha metido Sánchez. Y Franco sigue en el Valle de los Caídos.