Editorial ABC

El «mastergate» pasa factura

El PSOE y Podemos se lanzan a una moción de censura contra Cifuentes por considerar insuficientes sus explicaciones

ABC

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, negó ayer que se haya «falseado ni falsificado» el expediente oficial y «legal» sobre el máster que cursó en 2012, reprochó a la oposición la «cacería» de que está siendo objeto, por lo que no expresó intención alguna de dimitir. Sin embargo, no aportó nuevas pruebas definitivas de haber presentado el trabajo fin de máster, como es preceptivo, y se limitó a exigir a la Universidad Rey Juan Carlos que lo publique. Desde este punto de vista, la versión de Cifuentes no resultó totalmente convincente porque aún persisten dudas y lagunas sin resolver. El perjuicio que este asunto ocasiona al PP es relevante, sobre todo en un territorio determinante como Madrid, y Cifuentes debe esforzarse bastante más en aclarar el affaire del máster, en lo que colaborarán determinantemente los dos profesionales designados por la Conferencia de Rectores para auditar el caso. Cifuentes hace bien en defender su honor, pero políticamente las explicaciones son aún insuficientes.

El problema para el PP es de magnitud por su incapacidad para gestionar una crisis de estas características ya que provoca un enquistamiento nocivo que paraliza al partido y preocupa a sus electores. La fuga de votantes a Ciudadanos no es ninguna entelequia. Por eso a Cifuentes le es preciso cerrar todos los ángulos y dudas que quedan sobre la pulcritud de su mérito académico.

El PSOE y Podemos proyectan forzar una moción de censura para apartar a Cifuentes, y de paso poner en aprietos a Ciudadanos para amortizar este affaire, de modo que el partido de Albert Rivera se retrate permitiendo al PP de Madrid conservar el poder aun sin su presidenta, y con otro candidato al frente. Así Ciudadanos seguirá siendo presentado por la izquierda como cómplice del PP. A su vez, Ignacio Aguado quiere imponer una comisión de investigación sin forzar aún la salida de Cifuentes para someterla a un abrasamiento prolongado sin tener que contaminarse apoyando al PSOE y a Podemos en esa censura.

Saque quien saque rédito de estas hipotéticas maniobras en los próximos días, quien peor lo tiene es el PP. Primero, porque ha empezado a perder confianza en una líder a la que encomendó una regeneración en Madrid, y segundo porque afecta a quien ha pregonado precisamente esos valores como inalienables e inherentes a su partido. Cifuentes debe ser consecuente con ese código moral que asumió. Otros dirigentes del PP, como José Manuel Soria, no renunciaron a sus cargos por corruptos. Lo hicieron por ocultar información relevante a la opinión pública. Por eso, urge que aclare del todo un asunto con el que la oposición se frota las manos. En lo que sí tiene toda la razón Cristina Cifuentes es en que ni Podemos, ni el PSOE, ni Ciudadanos son partidos con dirigentes ejemplares en el rigor de sus currículos profesionales. Mentiras sobran en las hemerotecas. Pero eso en política siempre es un magro consuelo.

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