Editorial ABC

Más violencia contra el Estado

Los CDR no planificaban reuniones festivas en las calles con cánticos reivindicativos. Es mucho más grave. Se les ha intervenido material explosivo y planos de lugares en los que atentar

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La operación policial y judicial realizada ayer por la Audiencia Nacional contra los llamados «comités de defensa de la república» catalana (CDR), que arrojó nueve detenidos, demuestra que la violencia nunca ha dejado de estar presente en el ánimo de rebeldía del independentismo frente a la autoridad del Estado. Ya no puede decirse que fuera una especulación sin base sostener que hay células del separatismo catalán interesadas en radicalizar la respuesta social cuando se haga pública la sentencia del TS contra los golpistas del 1-O. De hecho, lo que estaba en diseño es una revuelta popular de tinte violento que incluía la fabricación de explosivos, según las pruebas halladas, y la planificación de ataques contra cuarteles de la Guardia Civil, como el de Canovellas. Incluso, preparaban un asalto al Parlament el mismo día en que el Supremo notifique su sentencia y se conozca el fallo. Los CDR no son grupúsculos aislados de radicales incontrolados capaces de cometer atentados, sino facciones organizadas e identificadas a las cuales el propio Joaquim Torra, ha alentado públicamente a «apretar» contra la autoridad del Estado. La complicidad de la Generalitat en la promoción de un ambiente de odio en las calles, y de rebelión contra el Estado de Derecho y los tribunales, demuestran la irresponsabilidad de un separatismo decidido a incendiar Cataluña para mantener viva una utopía carente de sentido.

Es cierto que el separatismo está roto, y que ERC ha rebajado el tono de amenaza al Estado. También lo es que muchos dirigentes de la antigua CiU hoy desmarcados o expulsados del PDECat están impulsando una vía política catalanista alejada de cualquier declaración unilateral de independencia. El propio Mas, culpable de la fractura emocional en que viven 7,6 millones de catalanes, parece estar desmarcándose cínicamente del monstruo que contribuyó a crear.

Sin embargo, las pruebas policiales ofrecen poco lugar a la duda. No hay pacifismo alguno en parte de los CDR, hacia los que la Generalitat ha expresado simpatías vergonzosas. No todos los CDR planificaban reuniones festivas con cánticos reivindicativos de la independencia, tal y como los golpistas quisieron hacer creer durante el juicio. Es más grave. Se les ha intervenido abundante material explosivo y diversos planos de lugares en los que atentar. Incluso no es descartable que los detenidos lleguen a ser encausados por delitos vinculados al terrorismo. Si esta es la réplica institucional que propone el independentismo frente a la sentencia del Supremo, flaco favor harán a Cataluña. Y casi lo peor es la respuesta de Torra a las detenciones, volviendo a hablar de la «represión del Estado» y de sandeces de similar tenor, en vez de censurar que se preparaba una respuesta violenta, quizá previsible si él mismo fue el que ordenó «apretar».

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