Mayte Alcaraz

Mamá Bescansa

Los periódicos han tenido que velar la imagen del pequeño Diego al que su madre exhibió

Mayte Alcaraz
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Prueba tú, trabajadora y madre, a la que la factura de la luz y del gas le sigue pareciendo inasumible a pesar de haberse acogido al bono social; o tú, que no has podido reducir tu jornada para cuidar del peque porque no te salen las cuentas; o tú, que a duras penas consigues cuadrar el tiempo para que entre tu madre y una chica por horas se hagan cargo del bebé para aprovechar la jornada extraordinaria que te ofrece el jefe; o tú, que rebañas los minutos para poder llevarle al pediatra o a ponerle la vacuna; o incluso tú, que estás pensando en dejar de trabajar porque estás harta de correr y de sentir que no haces ninguna cosa bien.

O prueba tú, padre primerizo que no ha podido extender más el permiso de paternidad y a duras penas consigues llevar al niño a la guardería a tiempo para fichar en la oficina. Prueba tú a presentarte un miércoles de enero con tu hijo en brazos en tu puesto de trabajo: un supermercado, una oficina, un ambulatorio, una tintorería... Y si quieres ofender al sentido común, hazlo mientras tu propia empresa ha habilitado un espacio en su sede para cuidar a los niños menores de 3 años por 150 euros al mes cuando tú ingresas, como poco, tres veces el salario mínimo interprofesional.

Carolina Bescansa Hernández lo hizo ayer. Hija de una dinastía empresarial de Santiago, la número tres de Podemos, una «niña bien» en su pueblo, se hizo un «Hola» en su escaño de la Carrera de San Jerónimo. So pretexto de hacer un guiño a la conciliación familiar, despreció a conveniencia una de las medidas -esta sí, de verdad- que en época del socialista Manuel Marín se tomó en el Congreso para atender a los vástagos de las diputadas. Como las celebrities del papel cuché, la cofundadora de Podemos optó por revalorizar su imagen retratándose con el pequeño Diego en brazos. Como si la mismísima Isabel Preysler le hubiera dado unas lecciones, en los ratos libres que la dirección adjunta del Nobel le deja, sobre cómo cotizan los hijos en la prensa. No es lo mismo, habría asesorado Isabel, aparecer solo acompañada del photoshop que hacerlo con Chabeli. Y la factura crece si además están Julio José, Enrique, la niña Griñón y la hija de Boyer.

La sagaz Carolina, versada en golpes de efecto, lo cogió al vuelo. En su caso no se trataba de obtener euros para alicatar villameona o lucir el último de Miss Dior, pero sí de alimentar la hasta ahora única masa crítica de Podemos: ruido, portadas, tuits, retuits, atención mediática, en fin, con la que empañar una sesión otrora emocionante de nuestra democracia disimulando que se hace con fines sociales. Como los negocios iraníes, vamos. Y para colmo del desconcierto, los periódicos y las teles serias y responsables han tenido que velar u ocultar la imagen de ese mismo menor al que su propia madre exhibió ayer como si fuera Chabeli Iglesias. Siempre quedará la duda de si no hubiera sido más consecuente con la irresponsabilidad de mamá Bescansa y de tío Pablo haber velado la imagen de la madre.

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