Las lecciones de los Katainen

El vicepresidente europeo dejará la política para que su esposa se dedique a ella

El vicepresidente de la Comisión Europea, Jyrki Katainen REUTERS
Ana I. Sánchez

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La maravillosa Emily Dickinson concibió una frase muy acertada acerca de las mujeres. «Ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que nos ponemos en pie». Siguiendo su consejo, Mervi Katainen la esposa del poderoso vicepresidente de la Comisión Europea, el finlandés Jyrki Katainen, se ha levantado y ha pedido paso. Quiere iniciar su carrera política como cabeza de lista a las elecciones de su país por Uusimaa, la circunscripción más grande de Finlandia. Su marido tenía opciones para optar a la presidencia de la Comisión en 2019. De hecho, varios líderes conservadores le pidieron que presentara su candidatura. También podía haber optado a repetir como comisario. Pero ha admitido el empate y con 46 años ha decidido dejar la política para que su esposa tenga su oportunidad. El feminismo no es odiar a los hombres. Es ponerse en pie y medirse con ellos. Sin ningún tipo de complejos.

¿Sería incompatible que ambos hicieran carrera a la vez? No necesariamente. Pero los Katainen tienen dos hijas de 13 y 9 años y el vicepresidente considera que dos agendas políticas en la misma familia son un reto demasiado grande para la estabilidad de dos niñas pequeñas. Así que volverá a Finlandia, buscará un trabajo completamente diferente y oteará el crecimiento de sus hijas mientras a su mujer le crecen las alas. Eso sí que es empoderar. Y para que digan que la igualdad de género solo puede encontrarse en la izquierda, conste aquí que este matrimonio pertenece a la Coalición Nacional, una formación conservadora equivalente al PP en España. El feminismo no tiene más dueño que el que lo practica. Puede y debe ser de todos.

El adiós de Katainen parece una historia de ficción en España donde el feminismo político se queda muchas veces en las pancartas y las listas cremallera. Pero no es la primera vez que este político nórdico nos da una lección sin pretenderlo. Antes de convertirse en vicepresidente europeo, fue primer ministro de Finlandia y sonrojó a la clase política española al utilizar un vuelo regular de Finnair y un asiento en clase turista para desplazarse a Madrid en viaje oficial en 2012. A juzgar por la escapada a Castellón de este verano, Sánchez no prestaba atención ese día. España estaba entonces inmersa en la crisis de deuda y Katainen acudía a La Moncloa para reunirse con un Rajoy que pedía dinero para rescatar a los bancos. Cinco personas, incluyendo la seguridad, formaban todo su séquito. Su regreso a Finlandia fue distinto. Tampoco hubo avión oficial pero sí dos horas más de trayecto porque el vuelo de vuelta hacía escala en Ámsterdam. Los líderes de aquel país solo usan el transporte oficial cuando es muy complicado utilizar los servicios públicos. Creen que deben estar en contacto con la gente. Quizás ése sea uno de los motivos por los que el 66 por ciento de los finlandeses encuestados creía en enero que su presidente debería tener más poder. Ese mismo mes en España, ningún líder lograba el aprobado.

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