Inmigración, mejor sin demagogia

El año se va a cerrar con la drástica reducción de la llegada de inmigrantes irregulares a España. Los que han llegado en este 2019 que ahora termina suponen la mitad de los que lo hicieron el ejercicio anterior, donde la incorrecta gestión inicial de la crisis inmigratoria por parte del Gobierno de Sánchez no hizo sino agravar el problema que se había agigantado con el cierre de los puertos italianos ordenado por Matteo Salvini. Aquellos primeros mensajes de Sánchez, sobre todo en la enorme operación de propaganda que supuso el caso Aquarius, ejercieron un inevitable «efecto llamada» que, afortunadamente fue corregido por el Ministerio del Interior. La demagogia, el oportunismo y la unilateralidad (aquello se hizo de la noche a la mañana sin contar con la Unión Europea) no conducía a otro camino que a la multiplicación de las llegadas. Más sensato fue, por tanto, plegar velas y centrar el esfuerzo en la colaboración con Marruecos y el trabajo en los países emisores (Argelia, Senegal, Malí, Ghana, Costa de Marfil) desde donde operan las mafias que se enriquecen con el tráfico de personas. Ahí, y en la reapertura de los puertos italianos, se basa gran parte del éxito de esta enorme reducción en un solo año.

Y ese debe seguir siendo el camino, porque el problema se ha reducido pero en absoluto ha desaparecido. Siguen muriendo personas ahogadas en su salto a Europa y continúa la presión constante sobre la seguridad de nuestras fronteras, marcadas para millones de seres humanos como la puerta que da acceso a una mejor vida. Canarias, por ejemplo, vive un incremento de la llegada de cayucos, que prácticamente hace dos años eran residuales en la cifra total y que ahora comienza a crecer.