Mayte Alcaraz

La hoguera de las vanidades

De la fiesta del todo gratis en la que, entre otros, participó Blesa también disfrutó la izquierda

Mayte Alcaraz
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La casualidad o quizá solo nuestra convulsa vida pública quiso que ayer cuatro viejos conocidos de la hoguera de las vanidades madrileña coincidieran en el infierno del telediario. Casi una década después de haber sido expulsados del paraiso donde las burbujas del poder, la política y el dinero les embriagaron y nublaron el futuro de una vieja nación llamada España. Miguel Blesa, Ignacio González,José Manuel Fernández-Norniella y Ricardo Romero de Tejada lo fueron todo en Madrid en una época de vino, de carísimo vino, que se pagaba con tarjetas negras, y de rosas frescas cultivadas para cortejar al poder político, empresarial y sindical. Casi a la misma hora que el expresidente de Caja Madrid era hallado muerto en una finca de Córdoba, salía de la cárcel de Soto del Real para declarar ante el juez Ignacio González.

Ambos, Blesa y González, fueron los arietes perfectos para librar la batalla final por el poder de Alberto Ruiz-Gallardón y Esperanza Aguirre, que terminaron rindiéndose ante el favorito de Rajoy, Rodrigo Rato, un curioso pegamento político que al correr de los años se convirtió en el más corrosivo para el PP.

Blesa y González se convencieron de que todo se podía comprar y vender, a mayor gloria de los poderosos que se jugaban con cartas marcadas el suculento pastel de Caja Madrid. Pastel en el que a todos, comunistas, socialistas y sindicalistas incluidos, les sería permitido pringar el dedo siempre que guardaran riguroso turno y silencio. Un merengue que también degustaron los otros dos inquilinos de este infierno contemporáneo, Norniella y Romero de Tejada, ex mano derecha de Rato y exsecretario del PP de Madrid, respectivamente, que en el momento en que ayer era levantado el cadáver de Blesa pasaban por su particular calvario al declarar sobre Gürtel, otro reservorio de la corrupción en Madrid en el que se miran, como en un juego de espejos, los mismos personajes que en las black, la salida a Bolsa de Bankia o la Púnica. Los cuatro pelearon a codazos por ser ungidos por alcaldes, presidentes de la Comunidad y hasta por jefes de Gobierno. El propio Blesa ostentó el título de compañero de clase de Aznar hasta desgastar la foto en sepia.

Hoy, y a falta de lo que determine la investigación, su desaparición abre una trágica nómina de suicidios judiciales, que en Italia cuenta con una ya nutrida lista. La entrada en ese triste club es solo el colofón de una época desgraciada de la que el cedazo de la historia solo dejará toneladas de basura olvidando lo mucho y bueno que se hizo por la economía y el progreso de Madrid.

Ironías de la historia: el último acto público de Blesa antes de ser desalojado por Rato de Caja Madrid en 2009 fue la inauguración del obelisco de Calatrava en la Plaza de Castilla. El monumento que la Caja de Blesa regaló al pueblo de Madrid y que costó 15 millones de euros, fue abandonado por el Ayuntamiento en 2012, con Botella de alcaldesa. Nadie quiere pagar su mantenimiento.

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