Editorial ABC

Historia de una chapuza

El golpe asestado por la Audiencia a la Fiscalía Anticorrupción deja en un pésimo lugar al Ministerio Público por haber formulado durante ocho años una acusación «genérica», con una «clamorosa» ausencia de pruebas

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La salida de Bankia a Bolsa en 2011 fue una auténtica chapuza financiera, condenada al fracaso desde un principio y abocada a un posterior rescate del que aún se resienten las cuentas públicas. Fue el símbolo de una etapa nociva para la imagen de las cajas en España, y fue el ejemplo perfecto de cómo el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero quiso engañar a la opinión pública creando la atmósfera de una falsa euforia en los mercados que diera por superada la crisis de 2008. Nada era verdad, y ni siquiera merece la pena argumentar por qué. Ya lo pagó el PSOE en las urnas. Aquel proceso fue una mascarada de la que deberán aprender los mercados durante décadas, pero lo cierto es que no fue delictivo. La sentencia por la que han sido absueltos Rodrigo Rato y otros 33 directivos de su antigua cúpula acredita que no hubo falsedad contable para maquillar las cuentas ni estafa a los inversores. Los magistrados son taxativos al sostener que los órganos supervisores, empezando por el Gobierno y terminando por el Banco de España, la CNMV o el FROB, avalaron con criterios convincentes la salida a Bolsa, por más que algunos inspectores alertasen de que era una operación prematura y fallida de antemano. Según el Tribunal, el banco era viable, el folleto oficial era certero y las cuentas no podían ser falsas, porque nunca llegaron a aprobarse. El golpe asestado por la Audiencia a la Fiscalía Anticorrupción es de órdago y deja en un pésimo lugar al Ministerio Público por haber formulado durante ocho años una acusación «genérica», con una «clamorosa» ausencia de pruebas. En absoluto es habitual este tipo de reproches tan directos y un tono tan humillante en una sentencia.

Esta decisión implicará en breve la excarcelación de Rato, pero quedan en el aire muchas explicaciones, entre ellas qué ocurre por ejemplo, si todo se hizo conforme a la legalidad, con los casi 1.500 millones devueltos a los accionistas minoritarios. En realidad la salida de Bankia a Bolsa obedeció más a criterios políticos que a intereses financieros. Mentira tras mentira, Zapatero se empeñó en sostener que la de 2008 iba a ser una crisis coyuntural y breve, y se propuso atribuir una falsa fortaleza a algunos sectores como las cajas, seriamente dañados por la falta de ética, el despilfarro, la corrupción o los desmanes políticos. Era una operación artificial y el Banco de España, con Fernández Ordóñez a la cabeza, hizo la vista gorda ante un error evidente. No sería un fraude, pero sí fue un despropósito no guiado por el interés general. Al margen queda la eterna reflexión de la que nunca se aprende nada en España sobre la presunción de inocencia, los juicios paralelos, las condenas preventivas y la lentitud de la Justicia. Es, como este caso para la Fiscalía, una causa perdida.

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