Editorial ABC

Los frutos de la Transición

El espíritu de reconciliación, concordia y consenso que demostraron entonces las diferentes, y muy alejadas ideológicamente, fuerzas políticas para construir los pilares sobre los que se asentaría la futura democracia española se ha convertido en un ejemplo digno de estudio y alabanza a nivel internacional

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Este jueves se cumplen 40 años de las primeras elecciones democráticas tras el fin de la dictadura, cuya celebración marcó un antes y un después en la historia contemporánea de España, ya que alumbraron el mayor período de libertad, estabilidad y progreso que ha conocido el país. La conmemoración de esta fecha tan señalada, que el Congreso recordará el próximo 28 de junio con un acto presidido por el Rey, es ahora, si cabe, más importante y necesaria que nunca para combatir el discurso de odio, rencor y resentimiento que rezuma la extrema izquierda, con Podemos a la cabeza. Las elecciones generales del 15 de junio de 1977 fueron el primer gran fruto de la Transición, pero no el único.

El espíritu de reconciliación, concordia y consenso que demostraron entonces las diferentes, y muy alejadas ideológicamente, fuerzas políticas para construir los pilares sobre los que se asentaría la futura democracia española se ha convertido en un ejemplo digno de estudio y alabanza a nivel internacional gracias, en primer lugar, al modo en que se llevó a cabo, pero también a los indudables éxitos que ha cosechado durante estas cuatro décadas. Ese primer gran paso hacia la democracia se asentó poco después con la aprobación de la Constitución de 1978, garante de los derechos y libertades de los españoles, posibilitando el desarrollo de un sistema democrático sólido y maduro, a la altura del resto de grandes potencias occidentales.

Además, la Transición fue la piedra angular que propició, posteriormente, el actual Estado del Bienestar, la ansiada integración en la UE y la radical transformación económica y social del país. Un espíritu, en definitiva, que es lo opuesto al revisionismo guerracivilista que desenterró Zapatero y que hoy abandera esa presunta «nueva política» que, ingrata y mezquina, reniega de la Transición.

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