Editorial de ABC

El exterminio de cristianos

La operación de limpieza religiosa en Oriente Próximo está en marcha, y la comunidad internacional asiste a ella de brazos caídos

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Al menos 45 cristianos coptos fueron asesinados ayer en dos atentados cometidos por Daesh en sendos templos de esta comunidad en Egipto: la Catedral de San Marcos, en Alejandría, y la Iglesia de San Jorge, en Tanta, al norte de El Cairo. Estas masacres coinciden intencionadamente con el Domingo de Ramos, festividad que abre las celebraciones de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. En diciembre pasado, la misma organización terrorista también golpeó a los coptos egipcios en plena Navidad con un ataque que causó 25 muertos.

Las comunidades cristianas de Siria, Irak y Egipto son un objetivo estratégico de los terroristas islamistas porque representan la diversidad religiosa de una región que fue la cuna del cristianismo. La supuesta tolerancia de los integristas con los «pueblos del Libro» supone una falacia propagandística que queda al descubierto con el ensañamiento que ponen en su persecución y asesinato masivo.

La limpieza religiosa de la región está en marcha, y la comunidad internacional asiste a ella de brazos caídos, como si fuera un hecho inevitable, mientras muestra una sensibilidad extrema para prevenir la islamofobia cada vez que los terroristas yihadistas asesinan en las calles europeas.

Los ataques a la comunidad copta egipcia persiguen, además, dos objetivos. El primero de ellos es desestabilizar a Egipto, que no es un estado fallido como Siria o Libia y, por tanto, se encuentra en condiciones de hacer frente al terrorismo yihadista. El segundo, crear un clima de terror ante la cercana visita del Papa Francisco al país, prevista para finales de este mes. El Santo Padre y la Iglesia Católica ocupan páginas llenas de odio y amenazas en las últimas publicaciones de Daesh, porque los considera aliados de Occidente.

La derrota militar de los yihadistas es urgente y requiere muchos más medios de los países que dicen estar comprometidos en la lucha contra el terrorismo. Mientras Rusia y Estados Unidos mantienen su guerra diplomática y Siria se desangra en crímenes contra la Humanidad y conflictos a varias bandas, los cristianos de la región se han convertido en las víctimas del nuevo genocidio del siglo XXI. Es cierto que también son asesinados musulmanes a manos de los fundamentalistas de Daesh, pero el asesinato y la expulsión de los cristianos no responde a una pugna por el poder dentro del islam, sino a un odio fanático religioso que no conoce medida. Todos deben actuar. También las comunidades islámicas de Europa, que deben alzar su voz contra la invocación del islam para justificar estos crímenes atroces. Y conviene que lo haga de forma continuada, educando a sus fieles en la tolerancia y el respeto, marginando a los radicales y colaborando con las autoridades civiles.

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