Editorial ABC

«España Suma» frente a la parálisis

Sánchez vuelve de las vacaciones tal y como se fue: sin nada. Pero tampoco parece que le importe. A día de hoy, España se encamina a las urnas si nada cambia de modo drástico en las próximas semanas

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A menos de un mes para que venza el plazo constitucional previsto para que los españoles sepamos si Pedro Sánchez consigue formar Gobierno o se convocan elecciones de nuevo, el retorno vacacional del presidente en funciones solo ofrece más de lo mismo: naderías, incapacidad negociadora, propaganda de falso progresismo y electoralismo de manual. Ayer, en su enésimo acto aparente de precampaña, se reunió con colectivos defensores de la «memoria histórica» y con miembros afines de entidades científicas, con el fin de buscar coartadas con las que culpar a Podemos del retorno a las urnas. Con Sánchez es imposible saber si negocia o no, o saber cuándo habla en serio o cuándo no lo hace, o si ha enfriado de modo irreversible su relación con Podemos. Ha ocultado la verdad tantas veces a la opinión pública, que su palabra resulta irrelevante a la hora de sacar conclusiones de cómo evoluciona la parálisis política que aqueja a España.

A día de hoy, nuestra nación sigue encaminada a la celebración de comicios si nada cambia de modo drástico en las próximas semanas. Mientras Sánchez insiste en un Ejecutivo en solitario apoyado desde fuera por Podemos, Iglesias sigue apostando por una coalición imposible y nefasta para los intereses de España. Sánchez continúa mudo, sin ofrecer pistas sobre otras alternativas de Gobierno ni cálculos de probabilidades para evitar las elecciones, e interpretarle se ha convertido en un suplicio desesperante para la opinión pública.

La teoría de que España se encamina al mal menor de celebrar nuevas elecciones gana peso. Es legítimo sostener que Sánchez e Iglesias pactarán a última hora, a la desesperada, cualquier fórmula de investidura que surja, apremiados por la presión de la izquierda mediática y social, y por los temores de que la derecha pueda ganar en las urnas si se celebrasen nuevos comicios. De hecho, los crecientes intereses políticos, sociales, económicos y culturales que apoyarían una fórmula de coalición del centro-derecha en España aglutinado en la marca «España Suma» no son una entelequia. La idea, surgida en ámbitos del PP para no sacrificar inútilmente mayorías ciudadanas en algunas Comunidades como Cataluña, el País Vasco o Navarra, o para no regalar a la izquierda una mayoría en el Senado, tiene todo el sentido. Pero hoy sigue siendo poco factible, y es una pena. Falta que Cs se abra a negociar para no fracturar de modo innecesario a la derecha si se celebrasen nuevos comicios. Rivera ha tenido muchos aciertos en política; también errores potenciados por un exceso de ego que ha penalizado a su partido. Por eso debería reflexionar. «España Suma» no es un recurso de mal perdedor, sino el germen de una garantía de defensa de la unidad de España frente a quienes dudan de ella y de nuestra Constitución.

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