Editorial ABC

Lo que España debe a Don Juan Carlos

Todos los homenajes al Rey emérito son merecidos porque hacen justicia a su persona y a su contribución a la convivencia democrática entre los españoles

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La retirada de Don Juan Carlos de toda actividad oficial, ya efectiva desde ayer domingo, culmina un proceso paulatino de entrega del protagonismo absoluto de la Corona al Rey Felipe VI. Aunque su retirada no significará su desaparición pública, se trata de un paso que cierra el ciclo histórico de Don Juan Carlos. Las apologías de su trayectoria han sido innumerables desde que abdicara la Corona el 19 de junio de 2014 y se han renovado ahora, tras su decisión de no participar en más actividades oficiales. Todos estos homenajes son merecidos porque hacen justicia a su persona y a su contribución a la convivencia democrática entre los españoles. Esta es la perspectiva que merece el reinado de Don Juan Carlos, porque si ahora los ciudadanos españoles dan por hecha la democracia y el Estado de Derecho, en 1975 ni una cosa ni otra estaban garantizadas. Don Juan Carlos, como jefe de Estado y Capitán General de los Ejércitos, nunca dudó de que España debía citarse de una por todas y para siempre con la modernidad de la democracia liberal y representativa. El reto era inmenso, aunque España tuviera las bases sociales y económicas necesarias para afrontarlo con éxito. Nuestra historia alternaba grandes impulsos políticos con enormes decepciones, en un marco de confrontaciones civiles que desembocaron en la guerra de 1936.

El mejor homenaje a Don Juan Carlos es la memoria. No olvidar lo que le ha costado a España liberarse de sus fantasmas guerracivilistas. No olvidar lo difícil que fue el consenso de la Transición y el pacto constituyente entre quienes cuarenta años antes habían combatido en bandos opuestos. Sin el amparo de una figura vertebradora como la del Rey Juan Carlos no se habría logrado el régimen constitucional y democrático de 1978. Don Juan Carlos actuó como puente de una etapa a otra, de la dictadura a la libertad, gracias a su legitimación histórica como titular de la Corona de España. El republicanismo de entonces asumió el papel de Don Juan Carlos como el árbitro que todas las fuerzas políticas españolas necesitaban para armonizarse en torno a un objetivo común.

El presente y el futuro de la Corona le deben tanto como su pasado inmediato. Es el presente y el futuro que encarna el Rey Felipe VI, monarca ejemplar y legatario de un modelo de reinado imprescindible para una España hoy amenazada por los nacionalismos centrífugos y los populismos antisistema, que si atacan a la Monarquía es, precisamente, porque representa mejor que nadie los valores que aquellos quieren derogar: la unidad de España y el orden constitucional.

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