Editorial ABC

Sánchez, al rescate de ERC

Tras la ruptura entre ERC y Junts, la ‘mesa de diálogo’ no es solo otro trágala del Gobierno ante el separatismo. Es la evidencia de una alianza perdurable entre Sánchez y Junqueras

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La implosión ocurrida ayer en el Gobierno catalán demuestra que la coalición entre los independentistas de ERC y Junts no es mucho más que un avispero de odios mutuos y una alianza forzada de conveniencias sin más proyecto que tener poder. Ayer, Carles Puigdemont saboteó la celebración de la ‘mesa de diálogo’ prevista para hoy imponiendo que acudieran a la cita dos dirigentes de Junts, Jordi Sánchez y Jordi Turull, inhabilitados para la política. A renglón seguido, ERC se enfrentó directamente a Puigdemont vetando la participación de ambos en la negociación, y provocando una crisis de gobierno en Cataluña cuyas consecuencias son imprevisibles. Si no saltó por los aires la ‘mesa de diálogo’, que se va a celebrar en cualquier caso, sí fue el primer indicio serio de que es la propia coalición la que puede ser barrenada por Junts en cualquier momento y a la desesperada.

En la otra parte de la mesa, Pedro Sánchez dio ayer el enésimo ejemplo de su inconsistencia. Anteayer por la tarde, Moncloa filtró que Sánchez no acudiría. Por la noche, solo unas horas después, el propio jefe del Ejecutivo admitió que lideraría la delegación del Gobierno central, y ayer se hizo público que acudirá a Barcelona solo a hacerse una fotografía con Pere Aragonès, pero sin presidir la mesa. La cita arranca en las peores condiciones posibles, y Sánchez debería suspenderla unilateralmente porque en realidad solo se está sometiendo a un trágala del nacionalismo más chantajista. El Gobierno de la nación jamás debería negociar nada con una comunidad autónoma bajo la apariencia de que son entes políticos equivalentes y pueden hablar de tú a tú. Y menos aún, en la sede de la Generalitat. No se trata solo del agravio que supone para otras dieciséis autonomías que tienen perfecto derecho a sentirse maltratadas; es la claudicación política, la renuncia de soberanía y la dejación de funciones constitucionales en las que incurre Pedro Sánchez asumiendo que Cataluña puede imponer sus condiciones a España en igualdad de trato. Y más aún, con la enésima provocación de Aragonès y su aviso de que ERC solo hablará de amnistía y autodeterminación.

Bajo estas premisas, la única pregunta que cabe hacerse es ¿por qué humilla Sánchez así a España? Y la única respuesta posible es porque sale beneficiado de la batalla campal en el seno del separatismo. Políticamente, favorece a Sánchez y al PSC, un partido que siempre permanece solícito en la reserva cuando el independentismo lo necesita para algo. Ya ocurrió durante la etapa de José Luis Rodríguez Zapatero, Pasqual Maragall y José Montilla, cuando se formalizó el primer tripartito impulsado conjuntamente por ERC y el PSC. Esa es la cuña que necesita Sánchez para retomar el camino semifederal emprendido en 2005 con la reforma del Estatuto de autonomía pese a su inconstitucionalidad. Y esa es también la coartada para sucumbir a una ‘consulta pactada’, que es el objetivo último de ERC para poder plantear la posibilidad de una ruptura fáctica a través de otra revisión estatutaria. En este maremágnum político, y con el PSC como eventual salvavidas de ERC si Puigdemont rompiese el Govern, ganan Sánchez y ERC, y no es descartable que toda esta maniobra esté pactada entre ambos para evitarle al presidente del Gobierno la ignominia de sentarse a una mesa con dos condenados -e indultados- por sedición. Lo ocurrido ayer solo denota que existe una alianza latente entre Sánchez y Junqueras en Cataluña, y otra explícita entre el PSOE y ERC en Madrid para sostenerse mutuamente. Y las dos son pésimas para España.

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