EDITORIAL

Rearmar el constitucionalismo

Las posibilidades reales de un cambio de régimen en Cataluña dependen de una verdadera conexión entre la sociedad no nacionalista y los partidos constitucionalistas

Editorial ABC

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La iniciativa para rearmar el constitucionalismo surgida de la mano de un grupo de intelectuales y personalidades de la sociedad civil catalana, de la que hoy informa ABC, se antoja imprescindible como embrión de un proyecto que reavive la oposición al régimen separatista y vuelve a dotar de fuerza y pujanza políticas a quienes defienden la vigencia de la Carta Magna y su principal precepto: la unidad de España. Y es relevante este movimiento porque las necesidades de supervivencia de Sánchez afianzan cada vez más su pacto con ERC y consolidan la entrega definitiva de Cataluña a la voracidad nacionalista. Es el resultado de una concreta voluntad política del socialismo, no el fruto de un designio inevitable o de un destino predeterminado. El consenso que pide el PSOE al PP es un cheque sin fondos, porque solo paga los apoyos que dan estabilidad a Sánchez en La Moncloa. Por eso Cataluña, y el pancatalanismo en Valencia y Baleares, constituyen en la agenda socialista el socio que necesita para asegurarse lo que resta de legislatura. La recuperación de Cataluña para una convivencia estable en el seno de la España constitucional y de su Estado de derecho tiene en contra a la izquierda española.

Por eso, la mucha o poca esperanza que le queda a esta Comunidad para normalizar su vida política y social depende de los grupos y movimientos ciudadanos que empiezan a organizarse para abrirse paso en el monopolio nacionalista, como el mencionado anteriormente. En la universidad, en la empresa, en la educación, en la cultura y en los medios, el dictado nacionalista es más que un reglamento de estricta obediencia; es una forma de legitimar la marginación del discrepante, su muerte civil a la vista de todos. Tras la victoria de Ciudadanos en 2017 -y el efímero espejismo que generó de cambio en la situación-, el pulso constitucionalista en Cataluña ha ido decayendo, entre otras razones, porque el Partido Socialista tiene sus objetivos puestos en un bipartito con ERC, como sucedió con Maragall y Carod-Rovira, y como podrá suceder en el País Vasco con EH-Bildu.

Por eso mismo, esos movimientos sociales son eficaces en un contexto de apoyo institucional, como sucedió en su momento con el Foro de Ermua o Basta Ya en el País Vasco. Sálvense todas las distancias que se quieran, pero ambas experiencias tienen en común el dominio del nacionalismo opresivo y totalitario. Es ilusorio pensar que Sánchez va a apoyar de todas las maneras posibles a movimientos como el antes referido, cuyo objetivo es la derogación del sistema nacionalista en Cataluña y su sustitución por un régimen democrático y constitucional. Las aspiraciones socialistas en Cataluña se reflejaron en los indultos a los sediciosos. Nunca se mueven para el cambio, sino en el conformismo con la continuidad nacionalista. El soberanismo de Maragall, puesto negro sobre blanco en el Estatuto de 2006, pervive en el socialismo catalán, consagrado a ser un elemento acomodaticio más del paisaje nacionalista de Cataluña.

Las posibilidades reales de un cambio de régimen en Cataluña dependen de una verdadera conexión entre la sociedad no nacionalista y los partidos constitucionalistas, que actualmente no existe pues estos se hayan en una mortecina depresión incompatible con la importancia de su misión en esa Comunidad. Con el actual aporte de diputados al Congreso, ese estéril ‘cada uno por su lado’, el centro-derecha tiene más difícil que se propicie el esencial cambio en La Moncloa que permita terminar con el entreguismo de Sánchez a los separatistas.

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