Editorial

Raquítica ayuda a Ucrania

De los 37 principales países que están colaborando con Ucrania con material militar, España es el sexto por la cola

El presidente ucraniano Volodimir Zelenski da la bienvendia a Pedro Sánchez y a la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, el pasado mes de abril Reuters
Editorial ABC

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Las quejas del embajador de Ucrania contra el Gobierno español están justificadas. El total de ayudas militares y munición que ha aportado España al Ejecutivo de Volodímir Zelenski sirve como mucho para tres horas de combate intenso de un batallón. Es decir, no pasa de ser residual, si no testimonial. De los 37 principales países que están colaborando con Ucrania con material militar, España es el sexto por la cola, con una tasa del 0,0056 por ciento de PIB nominal, pese a ser en realidad la quinta economía europea.

Es cierto que España aporta una cuota a la UE en el Fondo de Ayuda a la Paz, y que aparte hay donaciones particulares y campañas institucionales de apoyo a los refugiados de la guerra en nuestro país. Pero no hay envío de armamento pesado, al contrario de lo que hacen países de nuestro entorno, y el Ministerio de Defensa se niega a dar explicaciones. La cuestión es que por un lado van los discursos del Gobierno y de Pedro Sánchez durante su visita en persona a Zelenski, y por otro la realidad de que aportamos mucho menos de lo que Moncloa sostiene en su relato público. Hay pruebas fehacientes de ello, y mientras Defensa se siga negando a ofrecer un relato convincente sobre la aportación real de España en contraste con otros países, lo cierto es que las quejas de Ucrania tienen credibilidad.

Durante su visita a Kiev el pasado 21 de abril, Sánchez presumió del envío del buque Ysabel de la Armada, «cargado con 200 toneladas de modernas municiones y otro material», según comunicó textualmente Moncloa. Sánchez añadió personalmente que el barco «llevaba treinta camiones, varios vehículos especiales de transporte pesado y diez vehículos pequeños con el material militar», que seguía siendo secreto. Ucrania entendió que esa era la ayuda. Sin embargo, solo eran los medios de transporte de un armamento que sigue inédito, porque todos los vehículos regresaron a España a bordo del mismo barco.

El desengaño ucraniano fue notable entonces y lo sigue siendo hoy. Ni siquiera contando las aportaciones a ese fondo europeo por la paz España llega a la mitad de tabla de los países más colaboradores. Otros gobiernos, en cambio, han hecho pública ostentación del envío de material pesado, misiles, carros de combate, etcétera.

Son comprensibles la prudencia del Gobierno para no hacer público los detalles concretos de todos los envíos. El secreto tiene su lógica, y en un contexto en el que Rusia está amenazando cada día a la OTAN, es oportuno no incurrir en provocaciones innecesarias ajenas a la estrategia común europea y de la propia organización Atlántica. Sin embargo, lo que políticamente no tiene sentido es que Sánchez presuma en el Congreso, y ante el propio Zelenski por videoconferencia, de una cosa y haga la contraria.

Sánchez se opuso inicialmente a enviar cualquier material militar ‘ofensivo’ a Ucrania. Solo debía ser ‘defensivo’. Cuando la UE y la OTAN le hicieron caer en la cuenta de semejante indignidad y falta de solidaridad, y de que no podía escurrir el bulto con su buenismo ‘progre’, Sánchez cambió. Pero de modo forzado. Después se declaró el más ferviente defensor de Zalenski y de su causa frente a la invasión rusa. Pero en realidad no cumple con sus compromisos. Vuelve a ser el Sánchez de las dos caras, lo cual es ridículo porque es ingenuo pensar que no se va a dar a conocer la raquítica aportación española. Y cuando se conoce, como ahora, es toda España quien queda mal.

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