Editorial ABC

Ni «derechita», ni cobarde

El problema de España hoy no es su pasado, sino su presente y su futuro, que necesitan un sólido partido liberal y conservador para la batalla de ideas contra la izquierda

ABC

La coincidencia de los tres presidentes del Partido Popular -Aznar, Rajoy y Casado- en la jornada electoral de ayer, aun en diferentes actos de esta formación, retrata la imagen de un partido que vuelve a estar integrado en torno a un programa auténtico de principios e ideas. Nadie puede ocultar las disensiones internas que ha sufrido el PP en los últimos años, agudizadas por diversas maneras de afrontar el gobierno del país en medio de una crisis económica sin precedentes y con la tensión separatista en Cataluña. El pragmatismo de la acción de gobierno no siempre coincidió con el ideario comprometido por el PP con sus electores, pero esta es la historia que los tres presidentes de esta formación quieren dejar atrás. El mensaje de la voz unísona de Aznar, Rajoy y Casado va directo a los exvotantes del PP que han buscado refugio en otras formaciones, principalmente Vox, cuyos dirigentes no pueden esconder que su verdadero propósito es el de acabar liderando la derecha española, aunque el peaje puede ser una victoria del bloque izquierdista y separatista el 28-A. Es necesario para la democracia española que el votante liberal-conservador tradicionalmente identificado con el PP no renuncie a mantenerse en las coordenadas políticas de la moderación y el reformismo, virtudes ambas que el PP ha sabido hacer compatibles a lo largo de su historia con la firme defensa de la unidad de España, de la vigencia de la Constitución, de un modelo social asentado en la familia y la libertad individual y de una economía de mercado solidaria. Ha habido etapas en las que la fuerza de las coyunturas y errores de estrategia han impuesto otras prioridades, pero la trayectoria es lo que define el paso de un partido por la historia de un país, y el PP ha sido siempre un baluarte de la democracia y la convivencia entre españoles, sin haber aceptado nunca votos de partidos filoetarras o responsables de golpes separatistas contra el Estado.

Acusar a este partido de «derechita cobarde» es un ejercicio de simpleza que no se corresponde con la verdad y que falta al respeto de la memoria de muchos militantes y cargos públicos que lo dieron todo por sus valores ideológicos. Los analistas del pasado nunca fallan gracias a su oportunismo, y hoy juzgan cómodamente lo que el Partido Popular debió haber pactado en 1996, lo que debió decidir en 2011 o cómo debió ejecutar el 155 en Cataluña. Desde estas páginas editoriales no se han ahorrado críticas a los errores del PP mientras se producían, pero el problema de España hoy no es su pasado, sino su presente y su futuro, que necesitan un sólido partido liberal y conservador para la batalla de ideas contra la izquierda. Derecha, sin diminutivos.

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