Cuba, la cárcel del castrismo

Abrumadores, los datos ofrecidos por la ONG «Prisioners Defenders» no dejan lugar a dudas sobre la dictadura cubana, un régimen que no solo persigue a la disidencia política, sino que ejerce una represión generalizada contra la sociedad. Cuba es el país con un mayor porcentaje de población reclusa, de modo que la descripción que se ha utilizado muchas veces -según la cual toda la isla es en realidad una prisión- no es en absoluto exagerada. También se puede decir que los responsables de la dictadura ejercen esencialmente como administradores de prisiones, genuinos carceleros, y gestionan las detenciones con la misma arbitrariedad con la que ordenan las excarcelaciones.

El informe que publicamos en la sección de Internacional confirma de forma empírica, para aquellos que se empeñan en justificar lo injustificable, que nada ha cambiado desde la muerte de Fidel Castro ni desde la aparente retirada de su hermano Raúl y el nombramiento de Díaz Canel como cabeza visible del régimen. Queda meridianamente probado que los gestos de conciliación que se promueven reiteradamente desde los países democráticos no han servido absolutamente para nada. Ni ha habido cambios en la vida cotidiana de los cubanos ni la dictadura ha rebajado la presión que ejerce sobre ellos desde todos los puntos de vista.

El régimen castrista es esencialmente irreformable y toda su estructura está dedicada a mantenerse en el poder por encima de la libertad y el bienestar de los cubanos. Los dirigentes castristas saben muy bien que cualquier brecha de democracia acabaría por diluir todos sus cimientos y por ello se aprovechan de las candorosas iniciativas, a menudo cómplices, de los que incluso desde el interior del nuevo Gobierno de Sánchez creen en sus falsas promesas.