José María Carrascal

Cualquiera menos Rajoy

José María Carrascal
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ME cuentan que, tomada de la película «Salvar al soldado Ryan», circula por España la consigna de «Salvar a Pedro Sánchez» a cargo de diversos medios de comunicación y partidos políticos. Pero, más que salvar a Sánchez, me parece «Cualquiera menos Rajoy». ¿Por qué? Pues porque su continuación en La Moncloa resultaría fatal para muchos. Los socialistas se irían por la cañería. Los «emergentes» se quedarían en eso y los nacionalistas tendrían que meter en la nevera su proyecto por lo menos otros cuatro años, en los que pueden pasar muchas cosas. La primera, que Rajoy crease esos dos millones de puestos de trabajo que ha prometido e hiciera las reformas necesarias para estabilizar España como nación y como Estado.

Con lo que a sus rivales igual les llegaba la hora de jubilarse y estaban todavía proclamando lo mal que lo estaba haciendo. Todos ellos se dan cuenta de que es ahora o nunca y unen fuerzas para desbancarle, cuando el país aún no ha alcanzado la plena recuperación. El «Anybody but Rajoy» está, pues, no voy a decir justificado, pero sí explicado, si aceptamos la política partidista y de intereses personales, no la de intereses generales y la del conjunto de la nación.

¿Tendrán éxito? Pues, sinceramente, no lo sé. Si me lo preguntaran sobre un país de firmes cimientos democráticos no tendría la menor duda: no. No, porque, como ha ocurrido en Alemania en sus momentos críticos o recientemente en Francia ante el avance del Frente Nacional, las mayores fuerzas políticas se unirían contra el populismo y aventurerismo cuyo «nuevo orden» consiste en barrer lo anterior para empezar de cero, con todo lo que eso significa. Pero visto lo que ocurre en España, donde muchos, empezando por los matones, esperan sacar provecho del vuelco, no lo descarto.

Ahora bien, no envidio a los coaligados contra Rajoy. Para gobernar tienen dos opciones: poner en práctica lo que ellos vienen predicando –con los que volarían las inversiones y se dispararía la prima de riesgo– o hacer lo que Rajoy viene haciendo. Bueno, imagino que intentarán camufladamente hacer ambas cosas a la vez, pero eso es como mezclar el agua y el aceite. Los tripartitos y cuatripartitos no funcionan, sobre todo en un país como el nuestro, sin una cultura de pactos. Y si funcionan, es porque el más extremista se impone. Y ya sabemos quién es el más extremista en nuestro caso. Lo que estamos viendo en Cataluña con los nacionalistas de distintos pelajes es una broma comparado con lo que sería meter en una habitación a Sánchez, Rivera e Iglesias.

En cuanto a la «gente de orden» que de manera directa o indirecta participe en la conjura, votando a otro partido o quedándose en casa, le espera un futuro aún más penoso. No quieren a Rajoy y no lo tendrán. Pero van a tener a un Zapatero bis, menos educado que el original, a un Iglesias con el cuchillo entre los dientes y a un Rivera cruzado de brazos en espera de que los otros dos se despedacen entre ellos. Mientras Rajoy vuelve a la Registraduría de la Propiedad en Santa Pola, donde se está mucho mejor que en La Moncloa. Él ya ha hecho lo que tenía que hacer.

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