Editorial ABC

Cortina nacionalista de López Obrador

Jugar a juez de la Historia es peligroso porque suele dejar en evidencia a los ignorantes. López Obrador tiene la presidencia de un gran país que no debe dilapidar con soflamas nacionalistas

ABC

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha tardado poco en pasar del populismo al nacionalismo, y lo ha hecho cometiendo una grave torpeza con la historia de su país y con las relaciones con España. López Obrador ha remitido una carta al Rey y al Papa -«la espada y la cruz», según el mandatario mexicano- exigiendo disculpas por la conquista española de lo que hoy, no entonces, es México. Un país extraordinario como México, con una potencia contenida por niveles extremos de corrupción y violencia a los que debería prestar más atención López Obrador, no gana nada con una polémica nacionalista y falsaria. En 2018 murieron en México 33.341 personas, según datos oficiales. Muchos cientos de esos muertos por actos violentos eran mujeres, tantos que México es uno de los países con mayor tasa de feminicidio en el mundo. Ocupa el puesto 138 de 180 en el índice de corrupción fijado por Transparencia Internacional. En 2017, casi 14 millones de mexicanos salieron de su país, con destino a Estados Unidos, Canadá y España. Y con su carta al Papa, López Obrador obliga a recordar que México es el país con mayor número de religiosos católicos asesinados. Los resabios anticatólicos de la revolución mexicana todavía cuestan sangre.

Con estos datos en la mano, López Obrador debería moderar sus juicios retrospectivos de condena a otros países, como España, que en el siglo XVI se comportó como una potencia imperial más de la historia del mundo, aunque su legado sea sustancialmente mejor que el de otros imperios y, por cierto, contribuyera a poner fin a la sanguinaria tiranía azteca, de la que dan buena cuenta los continuos hallazgos de restos de sacrificios humanos. Exigir a España que se disculpe por la conquista que protagonizó Hernán Cortés es tan absurdo como que España pida a Italia disculpas por la entrada de Escipión en el siglo III a.C., o a los países musulmanes por la invasión de 711 o a Macron, el presidente francés, por la irrupción de Napoleón en suelo español. Jugar a juez de la historia es peligroso porque suele dejar en evidencia a los ignorantes. Obrador tiene la presidencia de un gran país que no debe dilapidar con estas soflamas. Además, ningún país de la región tiene méritos para enorgullecerse de su actitud hacia las poblaciones indígenas, por más que ahora laven sus conciencias, como EE.UU., arremetiendo contra Colón.

También es cierto que López Obrador aprovecha la ocasión de que en España hay un Gobierno que silencia a Elcano y a Cortés, por miedo a lo que dirán sobre aquellos de nuestros grandes hombres que forjaron la historia de España. Pero este es otro problema, aunque, visto lo visto, y tras negarse acertadamente a que el Rey tenga que excusarse de nada, ahora sí que debiera conmemorar como se merecen aquellas gestas formidables, didácticamente, con rigor y con orgullo de la vital aportación de España a la historia del mundo.

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