¿Qué nos cobrará ETA esta vez?

Bildu y PNV, de quien dependen los presupuestos, pugnan por atribuirse el mérito de excarcelar a los presos etarras

Isabel San Sebastián

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Para proceder de algo que oficialmente no existe, hay que ver cuánto ruido ha hecho el último comunicado de ETA. ¿No habíamos quedado en que estaba derrotada? Es todo tan falso, tan burdo, que produce náuseas.

Me niego a entrar en el contenido de ese panfleto inmundo, empeñado en justificar medio siglo de terror que ha cambiado para siempre la faz del País Vasco, robándonos a muchos nuestras raíces. Desde su forma, tan pegajosa como la sangre derramada por sus pistoleros, hasta su fondo, tan miserable como para diferenciar entre víctimas inocentes y víctimas merecedoras de serlo, todo ese escrito rezuma vileza. Es vileza. Veneno de víbora acostumbrada a reptar por el fango que constituye el hábitat natural de la banda.

No reproduciré en estas páginas ni una sola de las expresiones propias de los terroristas, que políticos y periodistas repiten como loros. Ellos empezaron a ganar la batalla del relato el mismo día en que algunos tontos útililes aceptaron referirse a la «lucha armada» para describir un coche bomba detonado a distancia o un tiro de parabellum descerrajado en la nuca. Y lo peor es que en muchos casos esta contribución a su causa ni siquiera se debió a la cobardía o la complicidad, sino a la simple estupidez o al afán de exhibir «progresía», hoy exactamente igual que ayer.

La versión que pretenden hacernos tragar es conocida: ETA fue vencida por el Estado de Derecho, anunció el cese de sus acciones terroristas sin obtener contrapartidas y ahora se limita a certificar lo que constituye una situación de hecho, porque necesita proporcionar a sus bases un argumento plausible que justifique la entrega de las armas. Digan lo que digan, se nos asegura, no conseguirá nada, como tampoco lo consiguió cuando decidió perdonarnos la vida. ¡Mentira!

La verdad es que sí hubo contrapartidas al anuncio de cese de la violencia. ¡Y gordas! La principal fue la legalización «de facto» (aunque no «de jure») del tentáculo político de la organización criminal, cuya retirada de la circulación democrática había causado un daño decisivo a los propósitos terroristas. Un daño que, unido a la actuación implacable de los cuerpos de seguridad y la justicia, habría conseguido la derrota definitiva e incondicional de los del hacha y la serpiente si el gobierno de Zapatero, y después el de Rajoy, no se hubiesen avenido a pactar con ellos. La segunda, no menor, la derogación de la doctrina Parot, unida a la apertura de esa «vía Nanclares» que constituye un fraude en toda regla al concepto de «arrepentido» judicial. Merced a esas dos medidas, decenas de asesinos multireincidentes han salido a la calle mucho antes de cumplir sus penas, sin otro requisito que firmar un papel diciendo que lo sienten. Y el goteo no cesa. ETA ni se rindió ni fue derrotada. ETA cambió de rostro y de estrategia porque le convenía y se lo permitimos. La pregunta es ¿cuánto vamos a pagarle ahora por este vómito infame destinado sin lugar a dudas a obtener algún beneficio?

Bildu y PNV pugnan desde hace mucho por llevarse al agua el gato de los presos etarras. Por colgarse ante el electorado más radical la medalla de su impunidad. Los de Ortúzar tienen ventaja, ya que en su mano está la aprobación de los presupuestos. La condición de acercar a los terroristas y excarcelarlos progresivamente fue puesta sobre la mesa desde las primeras conversaciones con el Gobierno del PP, aunque nadie lo reconozca. Llámenme malpensada, pero a mí este comunicado me suena a coartada para hacerlo sin causar demasiado escándalo. ¡Al tiempo!

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