Editorial ABC

Cayó Ternera, pero deben caer más

Este apresamiento, además, debiera servir de aliento para seguir investigando los centenares de crímenes que aún quedan por resolver

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La exitosa detención de José Antonio Urrutikoetexea, más conocido como «Josu Ternera», cierra un capítulo de la lucha contra ETA que llevaba diecisiete años abierto, tantos como los que este histórico y sanguinario dirigente terrorista se encontraba fugado de la justicia. Por lo pronto, Ternera tendrá que cumplir la condena firme a ocho años de prisión que le impuso un tribunal francés por pertenencia a asociación de malhechores, delito equivalente al español de integración en banda terrorista. Sin embargo, su precario estado de salud, por el que ayer mismo fue ingresado en un centro hospitalario, puede condicionar no sólo el cumplimiento de esa condena en Francia, sino también su traslado a España para ser investigado y juzgado por diversos delitos terroristas. Entre estos, el más grave es el atentando contra la casa cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza, cometido en 1987 y que causó once muertos, de los cuales seis eran niños, dato que desmiente a quienes de vez en cuando niegan que ETA cometiera asesinatos en masa. En recuerdo de estas víctimas, la operación conjunta de Guardia Civil y policía francesa se ha denominado «Infancia Robada».

La Audiencia Nacional podría juzgar a Josu Ternera sin esperar a que cumpliera su condena en Francia gracias a un acuerdo bilateral suscrito por los Gobiernos de Aznar y Chirac en 2001, que permite que un terrorista preso en Francia sea juzgado en España y luego devuelto a las autoridades galas para reingresar en prisión. El historial sangriento de Ternera merece que se le apliquen todas las posibilidades legales para ser juzgado en nuestro país, aunque desde el PSOE se sigan oyendo voces que, como cuando Zapatero llamó «hombre de paz» a Otegui, quieren blanquear el pasado sanguinario de algunos dirigentes terroristas. El inefable Jesús Eguiguren no dudó ayer en calificar a Ternera como «héroe de la retirada», tras recibir con «sorpresa» la noticia de la detención. La dispersión moral de Eguiguren -interlocutor de Ternera cuando Zapatero negoció políticamente con los terroristas- no es nueva, pero sus palabras sobre el terrorista detenido rozan el enaltecimiento del terrorismo.

Es posible que el cáncer que padece permita a Ternera no asumir en su integridad las consecuencias penales de sus crímenes, pero al menos su detención y posteriores juicios deberían servir para refrescar la memoria sobre lo que fue ETA. Son las víctimas de ETA de quienes hay que acordarse hoy, para que reciban esta detención como un acto de justicia reparadora. Este apresamiento, además, debiera servir de aliento para seguir investigando los centenares de crímenes que aún quedan por resolver. La disolución de la banda nunca debe ser la extinción de la responsabilidad de los criminales que tanto dolor y daño causaron a España y a los españoles que entregaron su vida por la libertad de todos.

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