Cataluña, el precio de un error

Uno tras otro se acumulan los malos datos económicos que acreditan el grave daño que ha causado la quimera separatista, que no descansa ni en Reyes

ABC

Aunque finalmente no lo logró, el independentismo catalán intentó convertir anoche una celebración eminentemente infantil como las cabalgatas de Reyes Magos en un acto de manipulación y propaganda. De cara a los desfiles de carrozas en algunas localidades de Cataluña -especialmente la de Vilanova i la Geltru (Barcelona), retransmitida por TV3- las asociaciones separatistas habían hecho campaña para que estuviesen marcadas por la aparición de lazos y farolillos amarillos, banderas estrelladas y simbología antiespañola. Se trataba de amplificar la mercadotecnia separatista durante un acto público televisado y con muy amplio seguimiento de audiencia. En su obsesión identitaria, el secesionismo catalán volvió a intentar manipular a los niños. Ni siquiera en la noche de Reyes Magos descansaron. Sin embargo, el separatismo pinchó en la cabalgata televisada por TV3 desde Vilanova. A pesar de algún lazo amarillo aislado y alguna estelada, el ambiente era de normalidad, equivalente a lo que en realidad es aquello: una población española equiparable a cualquier otra. La sociedad real catalana empieza a dar síntomas de fatiga ante la implacable cruzada independentista, que se ha destapado como muy nociva para la comunidad. Uno tras otro, se acumulan los datos económicos negativos desde que Artur Mas inició esa quimera, ese viaje a la regresión, que se ha dado en llamar eufemísticamente «el procés».

La Generalitat vive completamente ajena a la crudeza de la realidad económica catalana e instalada en la más absoluta parálisis legislativa. Recientemente, ABC publicó cómo hasta al pasado mes de septiembre la inversión extranjera se hundió en Cataluña un 17 por ciento, mientras había crecido en Madrid un 182 por ciento. Las operaciones con capital foráneo en Cataluña alcanzaron los 3.692 millones de euros (el dato más bajo desde 2014), mientras en el resto de España se dispararon un 88 por ciento más, hasta los 69.794 millones. En el caso concreto de Madrid, fueron 59.660 millones. Estos datos son tan elocuentes como las cifras que demuestran que Cataluña se desacelera a un ritmo mucho más rápido que el conjunto de la economía nacional: desde el golpe del 1-O, Cataluña ha perdido 3.819 empresas, más de 22.000 millones en depósitos y un tercio de la inversión extranjera en la región.

En solo un año, Cataluña se ha revelado como un penoso paraíso de la incertidumbre económica, la inseguridad política y la inestabilidad. No resulta extraño, toda vez que lo prioritario para la Generalitat es salir del Fondo de Liquidez Autonómica, manipular a los niños y seguir cultivando el odio y la mentira. En contra de lo que a veces se nos quiere hacer creer, el independentismo no es un proyecto ganador, sino de xenofobia y ruina.

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