Editorial

Cataluña, hacia un abismo económico

El riesgo de ahuyentar a los inversores que puedan interesarse en Cataluña no es retórico, y la ausencia de certidumbre sobre lo que vaya a ocurrir retrasa cualquier opción de recuperación

ABC

Una encuesta sobre el clima empresarial en Cataluña realizada por la Cámara de Comercio de España a más de 1.200 empresarios, 826 de ellos de esa autonomía, arroja conclusiones más que preocupantes sobre los perjuicios que el separatismo está causando al tejido económico. El 73 por ciento de los indicadores clave se comportan en Cataluña peor que en el resto de España, y casi ocho de cada diez empresarios creen que la situación financiera seguirá igual o empeorará el próximo año si persiste el desafío independentista. Solo para uno de cada diez empresarios el futuro pasa por la ruptura con España, y ya hay serios indicios de un daño de lucro cesante en parte de la economía catalana, aunque afortunadamente el panorama aún no sea catastrófico. Sin embargo, no se puede obviar el dato de que 4.500 grandes empresas antes radicadas en Cataluña han trasladado sus sedes a otros lugares , y que todavía uno de cada diez empresarios sopesa hacerlo en el futuro si se proclamase la independencia. Los datos del sondeo reflejan un estado de ánimo casi desolador, porque la desconfianza crece por la falta de normalidad institucional y la fractura social que se está produciendo. El riesgo de ahuyentar a los inversores que en el futuro puedan interesarse en Cataluña no es retórico , y la ausencia de certidumbre sobre lo que vaya a ocurrir no hace sino retrasar cualquier opción de recuperación. Los pésimos datos que empieza a ofrecer el turismo como motor de la actividad económica de Cataluña son una prueba irrefutable.

En este escenario, es valiente que la Cámara de Comercio reivindique la aplicación del artículo 155 de la Constitución como un instrumento útil para recuperar la estabilidad perdida si persiste, como se infiere del extremista discurso de Joaquim Torra, la hoja de ruta hacia una república catalana. A Torra debería bastarle la preocupación expresada por el 60 por ciento de los empresarios catalanes, convencidos de que un retorno a la situación anterior al 1-O mejoraría las maltrechas cuentas de muchos de sus negocios e inversiones. La Generalitat podrá guardar todos estos datos en un cajón, ignorarlos y desmentirlos , para justificar su delirio separatista. Pero volverá a equivocarse, como siempre. El retorno de la sede de Aguas de Barcelona a Cataluña sería una buena noticia si supusiese el primer indicio de que el separatismo rectifica. Pero lo cierto es que de momento ninguna otra empresa de las miles que han huido de la inseguridad jurídica causada por la Generalitat ha expresado su intención de regresar. Sencillamente, no se dan las condiciones para ello porque el dinero entiende de riesgos y certezas, y no de emociones impostadas, promesas incumplibles o manipulaciones de la realidad. Torra está ciego y conduce a Cataluña hacia un despeñadero económico que además arrastra al resto de España.

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