Mayte Alcaraz - Pecados capitales

Los cálculos de Sánchez

Si el día 1 el Comité Federal no pone pie en pared, Sánchez irá a las urnas soñando con el descalabro de Podemos

Mayte Alcaraz
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Pedro Sánchez lleva 230 días en funciones como secretario general del PSOE. Aquellos que han transcurrido desde la fecha que estatutariamente marca la celebración del Congreso federal, aplazado hasta que se resuelva el bloqueo político que, curiosamente, provoca quien también manda de prestado. Valga la comparación, pero Sánchez ha sido prorrogado en el puesto como lo fueron los Presupuestos generales de 2016 y lo serán los de 2017. Sigue al frente de ese histórico partido gracias a la concurrencia de dos situaciones: la cobardía de los barones que no quieren dar un paso al frente más allá de las crueles críticas que le dedican en los pasillos; y el avieso acuerdo en el último Comité Federal, en el que los dirigentes territoriales más críticos decidieron poner sobre sus hombros la responsabilidad de llevar a España a unos terceros comicios en los que previsiblemente, y sin que a nadie parezca dolerle, el suelo socialista frisará el subsuelo.

Las taimadas declaraciones de González, Vara, Borrell, Sevilla, Díaz... favorables a no bloquear el Gobierno del PP pero definitivamente ambiguas para no ser tachados de cómplices de Rajoy solo buscan colocarle en su laberinto para que sea él y solo él quien apechugue con la decisión. Pero con lo que no contaban los históricos del partido es con un hueso: tienen enfrente al político más correoso y narcisista que ha dirigido el PSOE. Por eso ayer convocó un nuevo Comité Federal. A esa cita irá, según sus cálculos, con dos mensajes. Si consigue ganar a las encuestas en el País Vasco y en Galicia (en la primera Comunidad le vaticinan la pérdida de la mitad de los escaños, y en la segunda el posible «sorpasso» de las Mareas), venderá como una victoria cualquier resultado que le aleje de ese abismo. El 26 de junio hizo lo mismo: se ufanó de sus pírricos 85 escaños refugiado en que Podemos no logró sobrepasarle como los sondeos auguraban.

Y la segunda y más importante de sus tácticas será obligar a que el Comité cambie alguna de las líneas rojas que marcó hace unos meses: no a pactar con los independentistas; no a facilitar un Gobierno popular; y no a unas terceras elecciones. Al líder socialista le gustaría que desapareciera el veto a los soberanistas para resucitar su alternativa con Podemos, pero se malicia que los barones podrían transformar el no al Gobierno popular en una abstención para desbloquear el país, pero exigiendo que el candidato no sea Rajoy, sino otro propuesto por su partido.

Si finalmente ese es el mandato se encogerá de hombros y colocará toda la presión en el PP para librarse del cáliz de su «no es no». Y si, como todo parece indicar, los populares no acceden a ese chantaje se presentará a las terceras elecciones con la esperanza de que el declive de Podemos con las peleas de Errejón e Iglesias se convierta en su maná de votos. Delirante.

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