Editorial ABC

Brexit: el cuento de nunca acabar

La UE no puede seguir siendo cautiva de un proceso que empezó siendo un debate mal orientado en el seno del Partido Conservador y que ha acabado por extenderse a todo el país

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El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, lo dijo con su peculiar humor en uno de sus últimos discursos: «Aquí todo el mundo entiende inglés, pero nadie entiende a los ingleses». Con este nuevo retraso de la decisión parlamentaria sobre el Tratado de Retirada de la Unión Europea, la política británica ha entrado en un proceso de degradación del que difícilmente saldrá indemne. Boris Johnson hubiera querido presumir de cumplir lo que dijo que haría: obligar a la UE a renegociar y obtener un mejor acuerdo; pero el Tratado de Retirada no se ha reabierto, tal como advirtió Bruselas que sucedería, y aunque el protocolo irlandés se ha modificado, lo ha hecho hacia una versión mucho más perjudicial para los intereses británicos. Johnson es un populista en estado puro y, aunque de su deseo de sacar a su país de la UE no cabe ninguna duda, en todo lo demás está dispuesto a hacer cualquier cosa y la contraria. De ahí que el Parlamento le propinase ayer una nueva derrota humillante al retrasar a la semana que viene la decisión sobre el fondo del asunto.

La primera consecuencia de este vodevil político será, sin duda, colmar el vaso de la paciencia de la Unión Europea. En el último Consejo Europeo se le ha advertido claramente a Johnson que no puede dar por sentado que si solicita una nueva prórroga le será concedida sin más. La UE no puede seguir siendo cautiva de un proceso que empezó siendo un debate mal orientado en el seno del Partido Conservador y que ha acabado por extenderse a todo un país, con el riesgo de que acabase contagiando al resto de Europa. Ayer, mientras los diputados contorneaban los límites del Reglamento de la Cámara, más de un millón de personas gritaba en el exterior para reclamar su deseo de seguir siendo miembros de la UE.

Los británicos necesitan desesperadamente definir claramente qué quieren hacer porque han llegado a una situación en la que es imposible saberlo. El virus nacional-populista, extendido irresponsablemente por quienes han falseado la verdad, enturbia permanentemente un debate que, como vemos, no se resolvió en el primer referéndum de hace tres años ni probablemente se resolvería tampoco en una segunda votación. Pero si en aquella consulta la mayoría votó Brexit, hay que cumplir ese mandato sin más remolonear. Ya. No será fácil, porque tantos han sido los vaivenes, tantas las deserciones, tantas las dimisiones y tantos los planes frustrados que lo único seguro es que es muy difícil no darle la razón a Juncker en su afirmación.

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