Tribuna Abierta

Elecciones en Chile: las palabras tienen sentido

Los candidatos presentes en la segunda vuelta han captado mejor las aspiraciones de la sociedad chilena contemporánea. Kast y Boric dieron el paso necesario para alejarse de los partidos tradicionales desautorizados e impotentes

Bernardo Garcia Larrain

El pasado 21 de noviembre los chilenos votaron en la primera vuelta de las elecciones presidenciales en un contexto de crisis política e institucional. Los dos candidatos clasificados para la segunda vuelta son José Antonio Kast, con el 28% de los votos, y Gabriel Boric, que le sigue por un estrecho margen, con el 26% de los votos emitidos. Estos dos candidatos están en el extremo opuesto del espectro político en el 'país de los poetas'.

La prensa internacional se apresuró a concluir que el hombre que se impuso en la primera vuelta era de extrema derecha, nacido en una familia nazi alemana exiliada en Chile después de la guerra, admirador de Pinochet y homófobo. La realidad es, afortunadamente, más matizada y más compleja.

Siendo los chilenos un pueblo moderado, moderno y democrático, parece imprescindible aportar algunos elementos de entendimiento.

José Antonio Kast nació en 1966 en el seno de una familia alemana que llegó a Chile poco antes de su nacimiento. Su padre, teniente de la Wehrmacht, tenía 21 años en el momento de la rendición alemana y fue llamado a filas sin la más mínima complacencia por el Tercer Reich. No estuvo implicado en ningún crimen de guerra ni fue sospechoso de fidelidad al partido nazi. José Antonio estudió brillantemente Derecho antes de dedicarse a la abogacía. Católico practicante y padre de nueve hijos, dedicó la mayor parte de su carrera a la política. Cuatro veces diputado y miembro de una coalición de derechas, candidato en las elecciones presidenciales de 2017 donde obtuvo el 8% de los votos, fundó su propia formación en 2019, el Partido Republicano, y se presenta a la reelección. José Antonio Kast es un hombre de derechas y lo asume plenamente: defiende sus ideas con claridad, tranquilidad y convicción, y sube en las encuestas en cada debate que precede a la primera vuelta. Kast aprovechó los valores de la derecha tradicional para distinguirse de los partidos de centro-derecha chilenos, considerados demasiado liberales en cuanto a normas sociales y demasiado permisivos en cuestiones de inmigración y seguridad.

Chile está asolado por la violencia de los grupos terroristas en la región de la Araucanía y ha sufrido atentados contra el transporte público, las iglesias y los edificios administrativos. Kast hace campaña por el orden, la seguridad, la prosperidad y la libertad. Considera que el desarrollo económico y social de Chile se debe en gran medida a los acuerdos entre las coaliciones políticas a favor de la economía de mercado. Se ve a sí mismo como la única alternativa al populismo y la violencia que han empañado la política chilena durante años. Tras su calificación, los principales partidos de centro-derecha se unieron a su campaña. Si se mantiene la tradición chilena de que el ganador de la primera vuelta sea, sin excepción, elegido en la segunda, José Antonio Kast será el próximo presidente de Chile el 19 de diciembre.

Como muchos chilenos, Kast asume que votó 'sí' en el referéndum de 1988 para decidir si Augusto Pinochet debía permanecer en el poder hasta 1997. El 'no' ganó con el 56% de los votos, y se impuso la transición democrática, con la elección de un Congreso y un nuevo presidente de la República, que tomó posesión el 11 de marzo de 1990. Kast tenía 22 años. Miguel, su hermano mayor, había sido un importante ministro en el área económica del general Pinochet. Esta situación no es extraña en este país, que ha sido gobernado en dos ocasiones por Sebastián Piñera (el presidente saliente de centro-derecha), hermano menor de uno de los ministros más importantes de Pinochet.

En cuanto a su visión sobre las llamadas cuestiones 'sociales', Kast asume plenamente su adhesión a la doctrina cristiana. No en vano, el voto cristiano, que ha logrado federar, constituye una gran parte de su electorado (en Chile, este término incluye indistintamente a católicos y protestantes). Firmemente opuesto al aborto y a la legalización de las uniones entre personas del mismo sexo, esto no le impide repetir que, como Presidente, no puede imponer sus puntos de vista al Parlamento. Dos leyes que abordan estas cuestiones están actualmente siendo debatidas en el Parlamento.

Si se quiere clasificar al candidato José Antonio Kast en los 'extremos', es necesario echar un vistazo a su oponente, Gabriel Boric. 'The Economist' no se anda con chiquitas, enviando espalda con espalda a dos candidatos, ¡cada uno más 'extremo' que el otro! (https://www.economist.com/leaders/2021/11/20/chiles-voters-are-on-the-verge-of-a-terrible-mistake). Los dos candidatos están en el extremo opuesto del espectro político, como hemos dicho. Boric, diputado de 35 años y antiguo líder de las protestas estudiantiles que sacudieron el país en 2011, se ha distanciado de la izquierda tradicional que gobernó durante muchos años. Se ha aliado con el Partido Comunista chileno y pretende gobernar con los comunistas para «transformar radicalmente la sociedad neoliberal». El Partido Comunista chileno no oculta sus simpatías por los regímenes instalados en Venezuela, Nicaragua o Cuba. Para una parte de la derecha chilena, señalando su relación a veces ambigua con los movimientos terroristas, es el más puro representante de la extrema izquierda. Gabriel Boric es, sin embargo, uno de los pocos políticos de su coalición que firmó el acuerdo de paz y acogió la idea de redactar una nueva Constitución en 2019, cuando el país era testigo de una violencia extrema en las calles, hasta el punto de ser considerado un traidor a ojos de sus compañeros.

En el contexto de la elección chilena, a menudo calificada por los expertos como la más importante de nuestro tiempo, los calificativos de 'extrema', cargados de significado histórico y político, merecen ser manejados con cuidado. Sin duda, responden al espíritu autorreferencial de los partidos políticos clásicos que califican la vida política desde sus propias posiciones y no aceptan que se les haya superado. De hecho, los dos candidatos de las coaliciones que han gobernado el país durante treinta años, Sebastián Sichel (exministro de Sebastián Piñera) y Yasna Provoste (exministra de Michelle Bachelet), sólo ocupan el 4º y 5º lugar en esta primera vuelta. Tras treinta años de gobierno de centro-derecha y centro-izquierda, estos partidos no han podido renovarse. Sin duda, los candidatos presentes en la segunda vuelta han captado mejor las aspiraciones de la sociedad chilena contemporánea. Kast y Boric dieron el paso necesario para alejarse de los partidos tradicionales desautorizados e impotentes.

Como decía Camus, «nombrar mal las cosas es añadir desgracia en este mundo». Las palabras tienen un significado, incluso cuando se habla de la política de un país que se encuentra en el fin del mundo.

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