Editorial ABC

Apagón de Sánchez con el Audaz

Un Gobierno que pretende arreglar con una sonrisa y con simples fotografías de una épica falsa el conflicto de la inmigración ilegal en Europa es que no entiende la gravedad del drama

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El buque de la Armada Audaz arribó ayer al puerto gaditano de San Roque con quince de los cien inmigrantes del barco español Open Arms que permanecieron tres semanas a bordo junto a la isla italiana de Lampedusa sin poder desembarcar. La crisis del Open Arms ha concluido después de desnudar al Gobierno de Sánchez en todas sus incoherencias y de retratar una política continua de bandazos e improvisaciones. Los inmigrantes ya están en manos de las Fuerzas de Seguridad españolas, que ahora deberán clarificar su situación administrativa en las condiciones personales que establezca nuestra legislación para cada uno. Pero su desembarco nada tuvo que ver con el aparato propagandístico, casi cinematográfico y obscenamente demagógico, que organizó el Gobierno de Pedro Sánchez hace un año con la llegada del Aquarius a Valencia. Ayer no había nadie del Gobierno en San Roque. Nada quedaba del triunfalismo exacerbado del «Gobierno bonito», ni había cámaras de televisión a bordo, ni ministros convirtiendo la cubierta de un barco en un plató. Ahora, tal y como se plasmó el jueves en el Congreso, no respaldan a Sánchez ni los partidos de la izquierda afines al PSOE y favorables a las conductas irregulares del Open Arms, ni los partidos de la derecha que exigen que un rescate real en altamar no sea confundido con un chantaje de las mafias a toda Europa. Sánchez ha sido víctima de su propia inconsistencia política, y la travesía del Audaz solo ha conseguido poner punto y final a un nuevo episodio de descoordinación política grave demostrativo otra vez de que el buenismo, como mecanismo para la obtención de réditos políticos, no funciona y solo ofrece una imagen de debilidad del que otros países, como Marruecos, siempre toman nota.

Un gobierno que pretende arreglar con una sonrisa y con simples fotografías de una épica falsa el complejo conflicto de la inmigración ilegal en Europa es que no entiende la magnitud del drama. Es lógico que sea zarandeado por sus propios socios ideológicos, por la oposición, por otros países, por las organizaciones que fuerzan rescates aun siendo conscientes de su ilegalidad, y hasta por las mafias, que se jactan de doblegar a gobiernos dóciles e incongruentes como el de Sánchez. Por eso no es casual el nuevo salto de 153 inmigrantes ilegales a la valla de Ceuta, que volvió a causar heridas a varios agentes españoles. Las mafias, los propios inmigrantes y hasta el Gobierno marroquí huelen la irrelevancia de la política en España, y no es circunstancial que el salto se produjera dos días después de que Interior hiciese público que desaparecerán las concertinas como medida disuasoria. España no puede comprometer su seguridad, sus fronteras y la integridad de sus agentes, pero la actitud de Sánchez no ayuda. Muy al contrario, parece dar alas a las mafias.

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