El ángulo oscuro

Borrell y Batet ansían una España convertida en máquina hecha de piezas

Juan Manuel de Prada

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Como ciegos que guían ciegos, los medios de adoctrinamiento de masas pretenden hacernos creer que el jacobino Borrell y la federalista Batet encarnan dos «posturas irreconciliables» en el nuevo Gobierno del doctor Pedro Sánchez. Pero Borrell y Batet son la gallofa bifronte que el doctor Sánchez, siempre atento a su imagen (que es el oropel con el que los hombres sin alma deslumbran a las masas cretinizadas) se ha sacado de la manga para que no haya cateto que no encuentre consuelo: el cateto atacado por el fervorín de la unidad de España puede consolarse con Borrell; y el cateto engolosinado por la chupitanga de la «nación de naciones» puede consolarse con Batet.

Pero Borrell y Batet significan exactamente lo mismo, que no es otra cosa sino la conversión del cuerpo vivo (aunque terriblemente magullado) de España en una máquina sin alma. Borrell, hombre de feroz inteligencia, es un burócrata que no cree en la unidad de España, sino en el blindaje del Estado-Leviatán al servicio del Moloch europeísta. Alguien que, en contra de la estelada (bandera inventada a medias), enarbola la bandera del engendro europeísta (que es una invención completa), nos demuestra que no ve en España sino un bloque de hormigón armado que conviene a la construcción del engendro que idolatra. Circula por la red un vídeo en el que Borrell vapulea a un sonado Junqueras con un pedrisco de cifras y directivas europeas que desenmascara las falsedades del independentismo… y también la hórrida visión leguleya y ordenancista de Borrell, un estatólatra que no puede entender (y mucho menos amar) la realidad biológica de España, a la que ofrenda en el único altar en el que derrama incienso. Y ese altar es el europeísmo, una ideología vacía de toda idea moral y especialmente corrosiva del patriotismo, atiborrada de clichés ilustrados pero incapaz de generar ningún sentido de pertenencia común; porque el auténtico patriotismo se nutre de amor y dolor ante las realidades concretas de la tierra de nuestros padres, no de una farfolla aritmética o leguleya como la que atiborra las meninges de Borrell, que sólo ve en España un panzer al servicio de la blitzkrieg europeísta.

Y en la construcción de esa máquina hórrida colabora la ministra Batet. Si el ministro Borrell quiere meter España en la hormigonera de su jacobinismo estatólatra, para ofrendarla en los altares de la quimera europeísta, la ministra Batet quiere facilitar esa labor, convirtiendo España en un mecano federal, de tal modo que sólo el blindaje estatal la libre de la descomposición. El federalismo es una música que a muchos ingenuos seduce, porque les suena que España se constituyó en el reconocimiento de una diversidad cordial y solidaria. Pero aquella unidad en la diversidad se logró a través la creación natural de un tejido político de instituciones nacidas desde abajo con vocación ascendente de unidad. El federalismo que ahora nos quieren colar, en cambio, es creación arbitrista que aspira a ahondar desde arriba en la repelente «siembra de centralismos» que favoreció el nefasto autonomismo. Mediante la conversión de España en un mecano federal sólo se harán fuertes los centros de poder partitocrático; y así se contribuirá a tiranizar todavía más a los pueblos de España y a suministrar gasolina a todos los incendios separatistas.

Borrell y Batet ansían una España convertida en máquina hecha de piezas, sin vínculos verdaderos, aherrojada por el blindaje del Estado, controlada por burócratas extranjeros y sometida a los dictados del dinero apátrida. Jacobinos y federalistas son anverso y reverso de una misma moneda, más falsorra que un duro sevillano.

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