Vidas ejemplares

Amnesia galopante

Sánchez descubre que los votos moran en el centros

Luis Ventoso

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Media España ha entrado en un trance hipnótico de dicha colectiva. En mi laboratorio privado de conocidos y allegados progresistas he recopilado las siguientes citas tras el advenimiento de Sánchez: «Esto ya es otra cosa, nada que ver con la caspa del PP»; «Hay que reconocer que ha hecho un Gobierno buenísimo»; «Está demostrando que es un tío muy inteligente»; «Ha llevado a gente preparadísima»; «Ya hay otro tono, sin la crispación de antes»; «Hay que dejarlo gobernar, no podemos tener elecciones cada tres días». Uno hace sus esfuerzos por tañer la lira y sumarse a los juegos florales, a la deliciosa epifanía buenista que pone fin a la luctuosa era de Atila Mariano, donde por lo visto España estaba fuera de la UE y era más lúgubre que las mazmorras de Mordor creciendo cada año al 3%. Pero aunque estoy convencido de que Sánchez le da sopas con honda a Roosevelt y de que la democracia consiste en que gobierne quien ha perdido las elecciones con menos de la mitad de votos que el ganador, el sentido común cosquillea:

–Hace quince días, Sánchez tachaba de «xenófobo y supremacista» a Torra. Ahora le ofrece diálogo. Es incoherente.

–Sánchez promete defender la Constitución, como no podía ser de otra manera en un presidente, pero abre una negociación con un mandatario que proclama a diario que instaurará su República, que no acepará jamás el autonomismo, que anteayer quiso reponer al mayor de los Mossos encausado por golpista y que acaba de enterrar 20 millones en TV3. Es incoherente.

–Sánchez se pavoneaba bajo el lema «somos la izquierda». Pero toca poder y –por fortuna– lo primero que hace es pasarse al centro. Es incoherente.

–En el minuto uno, Sánchez iba derribar la reforma laboral, crujir a impuestos a la banca y disparar las ayudas sociales. Su primer Consejo de Ministros se ha saldado en vacío total. Solo hubo poesía empalagosa de la portavoz y una carta del presidente a sus ministros exigiéndoles que respeten las restricciones presupuestarias de la UE. Es incoherente.

–A Sánchez le repugnaban los presupuestos de Rajoy por «antisociales». Ahora quiere gobernar con ellos. Es incoherente.

–Sánchez anuncia que quiere reformar la Constitución. Pero no concreta para qué y además no puede hacerlo sin el PP, que no lo apoyará. Es incoherente y estéril.

–Sánchez ha logrado un apoyo milagroso de los partidos sediciosos catalanes, Bildu y el PNV. Pero no cuenta a los españoles a cambio de qué. Es incoherente (y tal vez una felonía).

–Sánchez perdió los dos últimos comicios por goleada. Pero ya se niega a convocar elecciones. Quiere apoltronarse en la Moncloa hasta el final de la legislatura. Es incoherente y un abuso antidemocrático.

–Sánchez se pasó años criticando que «Rajoy se esconde tras el plasma». Pero desde que es presidente no ha admitido una rueda de prensa. Es incoherente, y otra prueba más de cómo la propaganda tenaz de la izquierda y la pachorra del conservadurismo crean exitosos clichés mendaces.

Si Sánchez fuese Pitágoras, 2+2 serían 17. Pero en España hace tiempo que las emociones partidistas han arrumbado a los hechos empíricos.

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