Editorial ABC

La amenaza yihadista sigue viva

La detención de Zouhair el Bouhdidi confirma la importancia de la colaboración con las autoridades marroquíes para la prevención del terrorismo, en beneficio de ambos países

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La detención de un yihadista en Marruecos ha evitado lo que podría haber sido un atentado de consecuencias incalculables en Sevilla. Se trata de un ciudadano marroquí, matriculado en la Universidad de Sevilla, que según algunas fuentes aspiraba a suicidarse con explosivos en alguna de las numerosas concentraciones de público de la capital hispalense. La detención se produjo hace días por orden de la Audiencia Nacional y gracias a la colaboración entre los servicios de información de España y Marruecos, coincidiendo con la difusión a través de una red de mensajería de un vídeo en el que Estado Islámico llamaba a atentar contra España durante la Semana Santa. La amenaza era explícita, pero no nueva, porque España sigue presente en el imaginario terrorista como esa Al-Andalus que tiene que formar parte del nuevo Califato que persigue el yihadismo violento. El registro del domicilio del sospechoso en la capital andaluza arrojará información sobre sus planes y sus vínculos con otros posibles grupos yihadistas, pero es evidente que la amenaza islamista permanece sobre las sociedades europeas. Además, la derrota de Daesh sobre el terreno en Siria e Irak y el retorno de terroristas extranjeros a sus países de origen son factores que los servicios de inteligencia valoran en sus previsiones sobre acciones terroristas en suelo europeo. La masacre en las mezquitas musulmanas australianas no ha hecho más que aumentar el riesgo de un atentado.

La detención de Zouhair el Bouhdidi confirma la importancia de la colaboración con las autoridades marroquíes para la prevención del terrorismo, en beneficio de ambos países, porque Marruecos también está en la diana de grupos como Daesh y Al-Qaida. El mantenimiento de las alertas terroristas y el intercambio constante de información entre aliados deben formar parte por mucho tiempo de la política de seguridad nacional e internacional. Desde el 11-S, el concepto de seguridad ha cambiado cualitativa y cuantitativamente en las democracias occidentales. Ahí están los atentados de Atocha, Londres, París o Bruselas para recordarlo a quienes consideran que los gobiernos exageran sus medidas de prevención o critican la desproporción de algunas reformas legales, que han dejado de ser excepcionales para convertirse en habituales. A pesar de éxitos policiales como el de la detención Zouhair el Bouhdidi, nunca se puede garantizar una seguridad absoluta cuando el terrorista no es un grupo, sino un fanático radicalizado en su propia casa con internet. La noticia de la detención del yihadista no impidió a Sevilla vivir la Semana Santa en las calles, siguiendo los pasos de las procesiones como un gesto de respuesta cívica a la amenaza terrorista, cuyo principal objetivo es privarnos de nuestro modo de vida, basado en la libertad.

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