Editorial ABC

Abuso de poder desde La Moncloa

Sánchez tiene un sentido patrimonialista del poder y toda su acción política parece orientada a mantenerse en La Moncloa, lo que incluye la apropiación de medios e instituciones del Estado que debieran estar al servicio de los españoles, no de él

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El mismo Gobierno que hasta hace poco sostenía que, estando en funciones, le era imposible transferir a las Comunidades los adelantos por el IRPF que se les adeudaban, sí está habilitado al parecer para embarcar a los Reyes en un comprometido viaje a Cuba (en plena ola de represión a la disidencia, además) o se ofrece para acoger en nuestro país, del 2 al 12 de diciembre, la cumbre climática internacional que los disturbios en Chile hacen imposible celebrar allí. Es decir, Pedro Sánchez impone una agenda exterior al Estado sin esperar al resultado electoral que podría deparar un Gobierno de otro signo. Son estas dos últimas decisiones las que confirman que el líder socialista tiene un sentido patrimonialista del poder, de tal forma que toda su acción política parece orientada a mantenerse en La Moncloa, lo que incluye la apropiación indebida de medios e instituciones del Estado que debieran estar al servicio de los españoles no de él. Aún son célebres aquellos famosos «viernes sociales» de la anterior cita electoral de abril que eran utilizados por el Consejo de Ministros de manera propagandística, anunciando casi siempre gastos y más gastos en esto y aquello. Huelga hablar del control exhaustivo de la televisión pública estatal y de las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas, o de aquel despliegue de autopropaganda que acompañó la exhumación de Franco en el Valle de los Caídos, anunciada en su día como «discreta» por Carmen Calvo y que se sustanció con el envío de 22 cámaras de RTVE al acontecimiento.

Según la Ley 50/1997, un Gobierno en funciones debe limitarse al despacho ordinario de los asuntos públicos, absteniéndose de adoptar cualquier otra medida, salvo en casos de urgencia debidamente acreditados o por razones de interés general. No parece que la visita de Estado del Rey a Cuba, que nunca se ha producido, sea un asunto especialmente ordinario, más bien es extraordinario. A Sánchez lo que dice esa ley parece traerle más bien sin cuidado y por ello no tiene reparo en perseverar descaradamente en esta estrategia. Al menos si nos atenemos al expediente -también insólito en cuarenta años de democracia- que la Junta Electoral ha abierto a Sánchez por el uso partidista de La Moncloa. No es la única queja a los abusos de competencia. ABC informa hoy de que el Gobierno socialista ha hecho caso omiso a casi 200 de las 400 resoluciones en su contra que ha emitido el Consejo de Transparencia, garante de que la Administración rinda cuentas ante los ciudadanos. No hay manera, por ejemplo, de que Sánchez informe de sus polémicos viajes en el Falcon de la Fuerza Aérea a asuntos tan particulares como la asistencia a un concierto de rock. En tan alta estima se tiene que no es extraño que se confunda y se cuele en un besamanos del Rey, al que ya ha plantado o hecho esperar más de una vez. Sánchez se ha creído que puede andar por el Estado como Pedro por su casa.

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