Siria también es un fracaso europeo

Hace casi diez años que Siria se desgarra en una terrible guerra civil, un conflicto en el que todas las potencias con intereses en la región están disputándose las ventajas geoestratégicas disponibles. Irán y Arabia Saudí, Israel, Estados Unidos, pero sobre todo Turquía, que quiere mantener una zona de seguridad en territorio sirio, y Rusia, que ha aprovechado el vacío para cimentar su presencia dominante en Oriente Próximo. La terrible realidad constata que Europa ha mostrado aquí su incapacidad o su impotencia -o las dos cosas- para intervenir en un conflicto cuyas dramáticas consecuencias repercuten directamente en la vida de todos los europeos. La Europa que teóricamente aspira a ser un actor influyente en el mundo, no ha sido capaz de ayudar a los sirios a poner fin al conflicto que les está desangrando y ahora se encuentra ante la indeseable necesidad de desentenderse también de la suerte de los refugiados que Turquía utiliza como instrumento de chantaje.

Ningún país del mundo tiene el poder para resolver todos los conflictos, pero cualquiera que no sea capaz de intervenir para mitigarlos o para orientarlos hacia sus intereses está condenado a sufrir sus consecuencias. Lo que está pasando en la frontera entre Turquía y Grecia es intolerable, sobre todo porque son los más débiles los que están siendo utilizados por dos autócratas como Erdogan y Putin para debilitar a Europa. La realidad es que todo lo que hemos hecho durante el último medio siglo para construir esta Unión de la que depende nuestro bienestar es algo muy frágil y vulnerable porque no hemos edificado al mismo tiempo las capacidades para defenderlo.