Editorial ABC

El separatismo genera xenofobia

La cúpula del separatismo está generando una creciente antipatía en el resto de España proveniente de un falso sentido de pertenencia propio de un clan atávico y retrógrado

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El discurso de la diputada de Junts per Catalunya y alcaldesa de Vich, Anna Erra, según el cual hay que hablar en catalán incluso a aquellos que no tengan «aspecto físico» de catalanes, demuestra cómo se sigue normalizando el odio xenófobo. En su día, el propio Joaquim Torra se pronunció en términos despectivos hacia los «españoles», y en Cataluña se perpetúa la falsa idea de que «España nos roba». Todo es indiciario de la deriva excluyente y sectaria que ha tomado el independentismo, que a la vez, y paradójicamente, encuentra una sorprendente justificación en la misma izquierda que denuncia con cinismo los debates raciales cuando proceden de la derecha. De nuevo surge la doble vara de medir ante una conducta denigratoria de la democracia y los derechos humanos. La cúpula del separatismo genera una creciente antipatía en el resto de España proveniente de un falso sentido de pertenencia propio de un clan atávico y retrógrado. Su mensaje es idéntico al que hace más de un siglo acuñó Sabino Arana para distinguir a los vascos del resto de los españoles. Y nada hay más absurdo e injusto porque su raíz es la de un desprecio identitario gratuitamente ofensivo.

La élite política al mando de Cataluña está haciéndose merecedora de un rechazo del que son víctimas los propios catalanes, sus negocios, su economía, su turismo y su riquísima cultura. La actitud profundamente antiespañola se ha convertido en un ítem tan arraigado, tan difundido por el corrupto sistema de educación impuesto por la Generalitat, que realmente genera odio. En este sentido, la manipulación de las nuevas generaciones de jóvenes es evidente. Frente a discursos como estos, que no son «política» ni forman parte de ningún «conflicto», no se puede permanecer en silencio ni ponerse de perfil, como hace el Gobierno de Pedro Sánchez por su dependencia del secesionismo catalán. Fue el mismo Sánchez quien en su día tildó de «xenófobo» a Torra y lo equiparó a Jean Marie Le Pen. Hoy calla ante insultos como el de la alcaldesa de Vich.

Cataluña se distingue del resto de España por su exclusiva e intransferible riqueza. Por eso, el racismo dialéctico es tan innecesario, tan irracional y tan dañino como el odio político. ¿En qué se distingue el aspecto de un catalán de cualquier otro español? Absolutamente en nada. Sostener esa tesis, incluso cuando de lo que se trata es de gozar de un titular, o de hacer méritos para medrar en este obsceno separatismo, retrata la pobreza argumental de quien la defiende. Causaría hilaridad si fuese un argumento político al uso, pero no lo es: es lo que realmente piensan Erra y sus aplaudidores y lo que les consienten quienes tratan de normalizar su delirio.

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