Editorial ABC

Sánchez daña a España en el exterior

Contabilizar los gestos de indignidad de Sánchez ya resultaría ocioso si no fuese por el perjuicio que está causando a España

ABC

La deriva del Gobierno en el plano internacional es tan desconcertante como preocupante. Tres hitos ocurridos en las últimas horas demuestran hasta qué punto Pedro Sánchez es ninguneado por países vecinos como Marruecos, o en qué medida está secuestrado por sus socios de Podemos, como ha quedado acreditado en Davos, o en el propio Parlamento europeo con el desprecio mostrado por España al venezolano Juan Guaidó. Ayer, Marruecos aprobó dos iniciativas legales para ampliar unilateralmente sus aguas territoriales y crear una zona económica exclusiva de 200 millas que choca con la pretensión de España de obtener un área similar para Canarias. Evidentemente, Marruecos ha tomado esa decisión sin siquiera consultar a España, de modo que la nueva ministra de Asuntos Exteriores ya tiene planteada una profunda crisis de credibilidad para nuestro país, por mucho que La Moncloa trate de minusvalorarla. Una vez más, Marruecos mueve ficha contra España, huele la debilidad del Gobierno de Sánchez con imposiciones que afectan a cuestiones territoriales, y pone sus condiciones para cualquier negociación. Es la especialidad de Marruecos.

Igual de desalentador es el frente abierto por Sánchez en Davos, donde reivindicó el socialismo frente al liberalismo como solución a cualquier crisis global. Sánchez recurrió a recetas incoherentes, utópicas y reputadamente inútiles, y su discurso no caló precisamente en la cuna de la globalización, la libertad empresarial y el capitalismo, al que por cierto se han entregado sin complejos muchos países gobernados por la izquierda. Pero la cuestión de fondo no solo era esa. Sánchez acudió a Davos a justificarse porque preside un Gobierno aliado con el populismo de extrema izquierda. Y verse forzado a viajar al foro occidental de la economía por excelencia a vender las bondades de las recetas filo-comunistas es la evidencia de que, más que alarma, genera miedo en los mercados. España no es la Grecia de hace unos años, pero el cariz de aquel Gobierno de Tsipras y Varufakis es similar al de Sánchez, y es inevitable que asuste a los mercados.

El tercer hito de Sánchez remite a Davos, pero hace un año. Fue entonces cuando hizo hasta aspavientos para ser el primero en avalar a Juan Guaidó una vez que la UE lo hubo reconocido como presidente encargado de Venezuela. Hoy, Sánchez le ignora despectivamente para no ofender a Pablo Iglesias ni a Rodríguez Zapatero, cuyas gestiones en apoyo del chavismo y de Nicolás Maduro son impagables. Contabilizar las contradicciones, mentiras y gestos de indignidad de Sánchez ya resultaría ocioso si no fuese por el perjuicio nacional e internacional que está causando a España.

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