Editorial ABC

Sánchez colma la paciencia del PP

Son Sánchez e Iglesias quienes han roto la unidad política, estigmatizando a autonomías del PP, criminalizando a las empresas y reforzando a ministros imcompetentes

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El presidente del PP anunció ayer que si el Gobierno no rectifica sus dos decretos de medidas económicas para luchar contra el coronavirus no los convalidará en el Congreso. Pablo Casado endurece así su discurso y avisa de que, por primera vez en este trágico proceso, está en riesgo la unidad de acción política contra la enfermedad. La conducta de Casado, como la de la oposición en general, ha sido absolutamente leal al Gobierno y comprometida con los españoles. Sin embargo, todo tiene un límite. La advertencia que ahora lanza el PP a Sánchez cobra todo el sentido porque ya resulta imposible justificar, ni siquiera por generosidad política, la caótica gestión del Ejecutivo, su irritante improvisación y su lesiva imprudencia contra los intereses generales. Una cosa es mantener durante semanas lealtad institucional a un Gobierno desbordado, y otra, que la oposición tenga que guardar silencio ante cada error o negligencia. El PP está legitimado para exigir responsabilidades, más aún cuando son los propios socios de Sánchez, en especial el PNV, quienes retratan con más crudeza su impotencia, sus mentiras y sus incoherencias. Hasta ahora ha sido una oposición responsable la que ha sostenido a Sánchez al frente de una crisis que lo ha sobrepasado. Hoy, su incapacidad se demuestra en cada reunión de su gabinete, donde manda Pablo Iglesias, líder de un partido con solo 35 diputados y que se ha propuesto aprovechar una crisis desoladora para dinamitar el sistema político, económico e institucional. Son ellos quienes han roto la unidad política estigmatizando a autonomías del PP, criminalizando a las empresas y reforzando a ministros de una incompetencia acreditada y que deberían ser destituidos.

Lo que Sánchez exige a la oposición no es unidad. Es pleitesía. Antes de reclamar unidad a nadie, debería imponerla en su Gobierno. Y antes de pedir lealtad a la oposición, debería despreciar públicamente a esos socios que tanto odian a España. Pero Sánchez vive en la soflama y la superficialidad, y si hay alguna autonomía que no ha sido comprensiva con las circunstancias, esas han sido Cataluña o el País Vasco. Combatir la pandemia requiere medidas excepcionales, pero no todo vale. Iglesias pretende aprovechar el caos para instaurar un régimen bolivariano y una economía estatalista, colectivizada bajo criterios del más puro comunismo y penalizadora de la actividad privada, la libertad de empresa y el libre comercio. Sánchez nos condena a una ruina económica bajo la justificación de que es el único modo de salvar vidas. Pero hay soluciones intermedias y compatibles, por más que La Moncloa imponga una suerte de «nacionalización» expropiatoria de nuestras finanzas y nuestras vidas, exigiendo a quien no tiene ingresos que pague en cualquier caso. Tanto populismo neomarxista es sencillamente delirante.

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