Editorial ABC

26-M, lectura interna para Sánchez

Sánchez debería interpretar la caída de Unidas Podemos y el endurecimiento de las posiciones separatistas de ERC y demás partidos nacionalistas catalanes como un aviso para el rumbo que debe imprimir a esta legislatura

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Los resultados electorales siempre permiten a los partidos políticos hacer lecturas a conveniencia, pero, al final, el escrutinio es objetivo y se convierte en una fuente de lecciones a sus dirigentes, les gusten más o menos. Para el PSOE no hay duda de que las elecciones del pasado domingo han afianzado la recuperación del voto que ya experimentó en las generales, y esto significa la victoria en cuatro elecciones, tres de ellas de ámbito nacional. Además, ha empujado a Unidas Podemos por una pendiente en la que no se atisba el final, aunque el partido de Iglesias siga teniendo 42 diputados que necesita Pedro Sánchez para ser presidente del Gobierno. No todas las victorias del PSOE alcanzadas en el 26-M han sido iguales, ni tienen el mismo significado político, pero demuestran, en conjunto, que el PSOE es más complejo internamente que esa formación homogénea que le gustaría imponer a Pedro Sánchez. Las arrolladoras victorias de García Page en Castilla-La Mancha y de Fernández Vara en Extremadura, junto a los buenos resultados en Castilla-León, Aragón y Andalucía, prueban que una gran parte del electorado socialista se ha visto reconocido en dirigentes caracterizados por criticar la política de acercamiento a los separatistas catalanes. En algunos casos esas victorias podrían no traducirse en la formación de nuevos gobiernos municipales o autonómicos, pero el mensaje de puertas adentro sigue siendo igualmente válido. Por ejemplo, Susana Díaz sigue viva y con méritos para resistirse al descabezamiento que pretende Ferraz.

A su vez, la caída de Unidas Podemos y el endurecimiento de las posiciones separatistas de Esquerra Republicana de Cataluña y demás partidos nacionalistas catalanes, son factores que Pedro Sánchez debería interpretar como un aviso para el rumbo que debe imprimir a esta legislatura. El rumbo, claro está, no depende de que Ciudadanos, el Partido Popular o ambos se abstengan en su investidura, porque Sánchez llegó al poder por una moción de censura respaldada por una mayoría de izquierda, extrema izquierda, separatistas y proetarras que, tras las generales del 28-A, ha ratificado su intención de apoyarlo de nuevo. No se trata de que Sánchez haga ahora chantaje a Ciudadanos a cuenta de Vox, sino de que, en ese nuevo rumbo que debería tomar, el secretario general del PSOE ofrezca un plan de acción política abiertamente contrario al separatismo catalán y coherente con los valores de esa necesaria izquierda nacional, igualitaria y constitucional que ha ganado en Extremadura o Castilla-La Mancha. Esa es la mejor y quizá única manera de romper, como pretende, ciertos «cordones sanitarios». El 26-M deja la imagen de un PSOE con el que se puede volver a hablar de España. De momento queda muy lejos de La Moncloa.

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